LA HABANA, Cuba.- Este 20 de diciembre hicieron cien años de la fundación de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), por Julio Antonio Mella, al calor de las reformas universitarias que sacudían a América Latina. Su principal aspiración era impulsar la autonomía universitaria, expulsar a profesores corruptos y lograr una mayor participación del estudiantado en la Dirección de la Universidad y ante todas las entidades jurídicas y legislativas para evitar las expulsiones y maltratos arbitrarios de que eran objeto los estudiantes.
Estos nobles propósitos que contribuyeron al empoderamiento de la juventud universitaria, fortaleciendo su compromiso con los problemas más acuciantes de su tiempo, se han ido desvirtuando a lo largo de seis décadas de dictadura, durante los cuales la autonomía universitaria, imprescindible para defender con justicia los derechos de estudiantes y profesores, se ha transformado en sujeción incondicional al Partido Comunista de Cuba.
A cien años de aquel sueño logrado por uno de los más admirables jóvenes que ha dado Cuba, la FEU celebra su décimo congreso bajo el peso vergonzante del servilismo, de haber aceptado la expulsión arbitraria de profesores y estudiantes cuyo único “delito” fue cuestionar la pésima gestión del gobierno y preocuparse por el futuro de una nación que yace en la ruina.
De aquellos objetivos fundacionales no queda nada. A golpe de seducción, promesas y represión Fidel Castro corrompió la organización que había apoyado la lucha revolucionaria contra Batista, siempre en defensa de la democracia y creyendo que el elocuente barbudo actuaría como garante en la restauración de los derechos conculcados tras el golpe de estado de 1952.
La FEU celebra hoy su Congreso en medio de una grave crisis que amenaza la supervivencia de la nación. Sin embargo, continúa con la cabeza gacha, mancillando así la memoria de jóvenes como Mella y José Antonio Echeverría; este último dotado de un liderazgo que arrojaba sombra sobre las ambiciones de Fidel Castro, quien se aseguró que la organización no conociera jamás un adalid similar.
Nada queda de la Federación Estudiantil Universitaria que se opuso a otras dictaduras y sintió en lo más vivo las injusticias que padecía el pueblo cubano. Desde los espacios que hoy acogen el décimo congreso se alza la misma retórica escuchada durante las recientes sesiones del Parlamento; un discurso vetusto y cobarde que solo sirve para contagiar a las nuevas generaciones con la vileza de los “históricos” y la continuidad.
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