VILLA CLARA, Cuba. – Es noche de sábado en El Mejunje y Susi aparece vestida como Lola Flores. Lleva un vestido soberbio repleto de lunares y se mueve grácil y coqueta sobre las zapatillas de tacón alto por todo el escenario. Comienza a repiquetear sus castañuelas mientras asoma detrás un tema de la famosa cantante española, de “la faraona”, como fue conocida desde que interpretara la película del mismo nombre en 1956. Susi se ha transformado en ella, porque siempre le atrajo su voz temperamental, su manera desinhibida de proyectarse. Susi es conocida en Santa Clara por Susi o por Lola Flores, pero sus padres lo bautizaron como Jorge Luis Cárdenas.
Ella no conoce el término transgénero, solo sabe que “de toda la vida se ha sentido mujer”. Suele definirse como travesti, a pesar de que se inyectó hormonas para hacer crecer sus senos, y usa ropas y aditamentos asignados por la sociedad al sexo femenino. Hubiera querido casarse, tener hijos, formar una familia, pero le negaron el derecho a decidir sobre su propio destino.
Lola Flores murió el 16 de mayo de 1995 justo cuando Cuba atravesaba los años más duros del Período Especial. Susi, en ese entonces, ya había salido del clóset y se reunió con otras travestis de la ciudad para montar un show de variedades.
“Cada una escogió determinada cantante para interpretarla o doblarla, yo me quedé con la diva, con Lola, el personaje que siempre me ha gustado hacer”, recuerda.
“Cuando nos unimos para hacer los espectáculos de los sábados no contábamos con las consecuencias, pero no nos importó romper el hielo. Quisimos vestirnos de mujer y punto. En ese momento no teníamos nada. Mi primer vestido lo fabriqué yo misma con una sábana y le pinté los lunares negros y le hice los vuelos. Me regalaron una peineta y algunas gangarrias. Me encontré un par de zapatos en la basura que eran el número 41, yo calzo el 43. Tenía que esperar a que se me entumecieran los pies y, entonces, empezaba a actuar. Yo taconeaba a las mil maravillas, pero no me sentía las piernas. Esos fueron años muy duros, la suerte es que la gente siempre nos daba algo para que actuáramos”.
En su infancia, el entonces Jorge Luis fue atraído por el folclor español, “por el taconeo”, recalca. “Yo siempre fui así, nunca me llamaron la atención las muchachitas. Cuando niño, me gustaban más los amiguitos que los juguetes. Decidí vestirme de mujer todo el tiempo hace muy pocos años, porque traté de respetar a mis padres. Lo de Susi viene de los muchachos de la escuela y se me quedó el apodo. Me gustaba más que me llamaran así que por mi nombre masculino”.
Susi tiene 60 años y, aunque estudió enfermería, se dedica a limpiar las calles de Santa Clara, el único trabajo que parece disponible para un hombre decidido a vestirse como mujer. Todas las mañanas recoge el pesado carro metálico que Servicios Comunales dispone para su mano de obra y, con mucha paciencia, arrastra su escobillón por la zona que le asignaron hasta que cae la noche.
“Antes a mí no me daban trabajo, por ser gay, me discriminaban. Me pagaban como barrendera un poquito más, pero ahora nos bajaron el salario. Se lucha como se puede, inventando, sin hacerle daño a nadie. Hay que estirar el dinerito para que te alcance el mes. Por suerte, mis vestidos me los manda un amigo que vive en el extranjero”.
Este año, Susi se quedó con las ganas de marchar, de desfilar junto a la comunidad LGBTI de Santa Clara, una ciudad que, por décadas, había sido referencia internacional por el respeto a la diversidad. Susi no entiende el por qué, “si los recursos no tienen nada que ver con una conga”. La XII edición de la jornada contra la homofobia en El Mejunje está dedicada a ella y resulta la más parca y triste de la última década.
Los propios trabajadores de este centro inclusivo no saben explicar las razones. Algunos, han escuchado hablar de “cierta detención”, de que “les dieron palos a los gais en La Habana”. Prefieren callar, no hablar de la marcha, tragarse sus opiniones para evitar represalias. En la puerta de la institución, un cartel anuncia que la jornada existe, pero las actividades anunciadas son las mismas que aparecen cada semana en cartelera. Este año a Lola Flores, la faraona de Santa Clara, el Cenesex le ha negado el derecho a desfilar.