MIAMI, Estados Unidos.- El periodista cubano José Antonio Torres Fernández era el hombre designado por Raúl Castro para las investigaciones periodísticas de mayor interés del Consejo de Estado, esto mientras fungía como corresponsal de Grama en Santiago de Cuba. Hasta que un día fue detenido, el 8 de febrero de 2011. Torres Fernández contó su historia a Diario de Cuba.
Raúl Castro, el hombre que lo elogió en 2010 por su investigación sobre los graves errores de inversión y planificación del acueducto en esa ciudad oriental se convirtió después en su verdugo, aunque Torres Fernández dice que no guarda resentimientos ni odio. El periodista fue acusado y condenado en febrero de 2011 a 14 años de prisión por un delito de “espionaje”.
José Antonio Torres Fernández asegura que jamás cometió espionaje, pero que todo comenzó con una carta que hizo al ex jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, Michael Parmly, con motivo del repentino y arbitrario despido de su esposa como directora de la Casa de la Música en Santiago de Cuba, en 2004.
“Debido a mis vínculos estatales” le pidió a uno de sus hermanos que echara la carta “en el buzón de la Oficina de Refugiados”.
“Para tratar de atraer la atención del diplomático, en esa misiva le expresé que pensaba hacer revelaciones desconocidas, era el gancho para despertar la atención de este señor, pero jamás recibí respuesta. La carta nunca llegó a sus manos”, dijo en su entrevista a Diario de Cuba.
Según sus revelaciones la carta nunca llegó, y el gobierno la mantuvo guardada hasta el día de su juicio, donde dijeron que la habían encontrado en un cesto de basura en las afueras de la embajada.
“Dicha versión no tiene la menor posibilidad de ser verídica porque toda la papelería de las embajadas se incinera o se destruye. Las autoridades cubanas no podían admitir que la misiva había sido extraída del buzón de la Sección de Refugiados, porque eso conllevaba revelar lo que todo el mundo supone: que la inteligencia cubana espía las embajadas extranjeras, especialmente la de Estados Unidos”.
Respecto a la veracidad de su afirmación sobre si tenía o no información confidencial dijo que en la “vista oral de mi juicio las Fuerzas Armadas emitieron un dictamen diciendo que yo no tenía acceso ni dominaba ninguna información secreta, estratégica, sensible o clasificada.
“Casualmente, el oficial y jefe de enlace entre el Ministerio del Interior y las FAR que emitió ese documento fue el único testigo que se ausentó en el juicio y se adujo, para justificar su ausencia, que se encontraba fuera del país. ¿Acaso no había otro oficial en toda Cuba que pudiera llevar ese documento que demostraba mi total inocencia?”
Torres Fernández contó su experiencia en la prisión a donde fue llevado, Boniato. “Vivir allí es algo más que un acto de fe o una penitencia del destino. Esa no solo es una de las tres cárceles de máxima seguridad que existen en Cuba, sino la más sanguinaria y aborrecible de la Isla. En ese lugar ver morir o golpear a un hombre se convierte en una rutina”, contó.
José Antonio Torres Fernández comenzó su proceso para emigrar como refugiado político a Estados Unidos, pero su caso se ha visto frenado por la enfermedad de su hija, que ha estado al borde de la muerte, dijo a Diario de Cuba.
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