LA HABANA, Cuba. – El 8 de noviembre de 1902 marcó el comienzo de un hecho trascendental para la clase obrera cubana: la Huelga de los Aprendices. Jóvenes tabaqueros de la fábrica “La Carolina” exigieron que se les permitiera a los cubanos ocupar plazas de aprendiz en las fábricas de tabaco, reservadas casi exclusivamente para trabajadores españoles.
Esta práctica discriminatoria que sufrían los cubanos en su propio suelo se había agudizado tras la derrota de España en la guerra de 1898. Los peninsulares, resentidos, procuraban menoscabar y excluir a los nacionales, incluso en el marco laboral, con la complacencia de los administradores de las empresas.
La situación era degradante e insostenible, de modo que los tabaqueros enviaron una carta al administrador de la fábrica “Henry Clay”, en la cual solicitaban el reemplazo de los capataces españoles y señalaban los privilegios que gozaban estos en detrimento de los obreros cubanos.
La respuesta del administrador de la fábrica fue rotunda y concluyó con el despido de la casi totalidad de los obreros demandantes. Esta y otras arbitrariedades provocaron que los tabaqueros se movilizaran en varias acciones de protesta, de las cuales la más importante sería la Huelga de los Aprendices.
Tras la negativa del presidente Tomás Estrada Palma y el Congreso de la República de atender las peticiones presentadas por la Liga General de Trabajadores Cubanos, que nucleaba a miles de obreros, comenzó a prepararse la huelga sobre la base de demandas justas que garantizarían y protegerían los derechos de los tabaqueros. Tales exigencias se toparon con un nuevo rechazo por parte de los patronos.
Sin más opción que radicalizar las acciones, fue declarado un paro al cual se sumaron todos los tabaqueros, obligando a las fábricas estadounidenses e inglesas a cerrar sus puertas.
La represión desatada por el gobierno contra los manifestantes y sus asambleas generó de inmediato la respuesta solidaria de la Liga, que llamó a una huelga general apoyada por todos los obreros de La Habana.
Los ataques del gobierno contra los manifestantes se intensificaron, con un saldo de varios muertos, más de un centenar de heridos e incontables obreros encarcelados. Una comisión de veteranos de la independencia, integrada por Máximo Gómez, Juan Gualberto Gómez y Manuel Sanguily decidió mediar a favor de los huelguistas para aplacar la grave situación.
Todo lo que consiguieron, sin embargo, fue que el gobierno se comprometiera a que el Congreso aprobara una “Ley de Aprendizaje” que reconocería los derechos de los obreros cubanos. El compromiso jamás se cumplió y la huelga terminó el 28 de noviembre, sin que los tabaqueros lograran sus demandas.
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