LA HABANA, Cuba. – La XXIX Feria Internacional Agroindustrial Alimentaria (FIAGROP 2023) concluyó el pasado viernes 24 en su sede habitual de Rancho Boyeros, La Habana. Inicialmente, el cierre del evento estaba anunciado para el domingo 26, pero fue adelantado por coincidir con las “elecciones” legislativas del régimen.
Durante la inauguración, el lunes 20, el director de Relaciones Internacionales del Ministerio de la Agricultura (MINAGRI), Orlando Díaz Rodríguez, resaltó la importancia de la feria al destacar que las exportaciones y la inversión extranjera aliviarían la carencia de recursos y de tecnologías en la agricultura cubana.
En teoría, a los organizadores les bastaron cinco días para saldar la agenda de trabajo prevista para una semana, en la que por vez primera también participaron micro, pequeñas y medianas empresas cubanas vinculadas al ramo.
Para la jornada conclusiva, Díaz Rodríguez confirmó que en la cita se concretaron encuentros de negocios de alto nivel, concluyeron negociaciones que estaban ya en proceso y se rubricaron nuevos convenios de colaboración y contratos comerciales.
“Fue una situación abrupta [adelantar la clausura], contraproducente para los objetivos de un evento dedicado a captar ingresos. Al final interesaron varios productos de nuestra cartera de negocios y eso salvó la situación, pero no fue una feria exitosa”, explicó una funcionaria del MINAGRI que pidió anonimato a CubaNet por tratarse de un medio independiente.
Según especifica la fuente citada, el cierre anticipado impidió la conclusión de varios negocios, quedando cinco de ellos en cartas de intención para la edición de marzo de 2024. “Pueden surgir nuevos intereses y caerse varios [de esos negocios]”, dijo.
Los más afectados
FIAGROP 2023 tuvo entre sus atractivos la exposición de animales y de productos agroindustriales, más los espacios dedicados a la gastronomía, las ventas de bebidas alcohólicas, alimentos variados y artículos y herramientas útiles para el hogar y el cuidado de animales.
Además de las entidades estatales y arrendadas, cuyos servicios se vincularon fundamentalmente a la gastronomía, el resto de las ventas corrieron a cargo de las MIPYMES, cooperativas y otros pequeños negocios particulares que recibieron autorización.
Según Arístides Escobar Roque, dueño de una mini-industria artemiseña con asiento habitual en FIAGROP, asistir al evento siempre fue una buena oportunidad de “disparar” en pocos días los ingresos del negocio y los personales, pero poner un punto de venta en los días de feria requiere varios esfuerzos.
De acuerdo con Escobar, el primer paso ―y más difícil― es conseguir los permisos comerciales y sanitarios del MINAGRI, y posteriormente del Consejo de la Administración de Rancho Boyeros. Luego, desembolsar una inversión “bastante fuerte” para garantizar las ofertas durante una semana.
“Los permisos se consiguen como todas las cosas en este país, hay que salvar [sobornar] a unos cuantos. Por ahí vas perdiendo dinero y, ya ves, de buenas a primeras cortaron esto y la mayoría de la mercancía no se pudo vender porque los mejores días son sábado y domingo”, acotó el entrevistado.
La noticia del cierre adelantado de FIAGROP 2023 no se emitió hasta la tarde del jueves 23, cuenta Escobar. También asegura que sus pérdidas fueron por los gastos generados en transportación, alojamiento y alimentación, pues sus productos son conservas enlatadas.
Otros comerciantes no corrieron la misma suerte. Damián Labastida Hernández, empleado de la Cooperativa “Noel Argüelles”, de Mayabeque, argumentó que tendría que vender más de una tonelada de viandas a precios inferiores a los del mercado, para evitar pérdidas significativas por conceptos de merma.
“Hicimos un acopio grande para cubrir el fin de semana, que siempre viene mucho público, y ahora tenemos que vender barato y rápido para que no se echen a perder varios productos como plátano, tomate y penino; y otros como la yuca y la col que llevan días de atraso en la tarima. Por lo menos vamos a perder unos 200 000 pesos”, lamentó Labastida.
Por similar situación pasaron varios negocios de comida, quienes debieron botar viandas, legumbres y alimentos precocinados, y refrigerar de urgencia carnes cocidas y otras descongeladas que estaban en proceso de preparación para el día siguiente.
“Esto fue una basura, si hace meses sabían que la feria coincidía con las elecciones, para qué la hicieron entonces, la hubieran corrido y ya. Aparte, no tiene nada que ver una cosa con la otra, la gente podía votar y después venir para acá. Esas son las cosas de este país que nadie puede entender”, espetó Mayersis de la Hoz Puentes, dueña de un quiosco particular.
Estantes vacíos y precios por los cielos
Cada año miles de personas visitan FIAGROP con la esperanza de comprar alimentos que habitualmente escasean, a precios diferenciados.
En ediciones anteriores, narra Abelardo Mesa Portelles, se podían encontrar cárnicos como cerdo, ovinos, conejos, pavos, gallinas y patos; y productos procesados como pasta de tomate, de ajo, salsas de tomate y pimiento, encurtidos de vegetales y frutas troceadas en conserva.
De los alimentos de la tierra, amplía Mesa, eran comunes las variedades de granos como frijoles y maíz, y viandas como plátano burro, plátano fruta, ñame, malanga y hortalizas como tomate, col, pepino y cebolla.
“El arroz está caro y perdido. Uno pensaba que como se trata de una feria internacional lo podría comprar más barato, pero de eso nada, hubo poco y a 180 pesos”, comentó Mesa, que posteriormente se quejó de otros precios: “Una piña 100 pesos, la malanga a 110 y una lata de puré de tomate 800 pesos. Duro todo”.
Esta vez el área de los cárnicos estuvo en cero. Solo se vendieron animales vivos en subastas.
“Los puercos de 150 libras salieron de 45 000 pesos para arriba, en dependencia de la raza. Algunos se vendieron hasta en 90 000, pero ya con más de 200 libras”, reseñó Iván Prado Quintana, quien acudió desde Matanzas y compró ocho cerdos de diferentes razas, valorados en casi medio millón de pesos.
Mientras tanto, los alimentos elaborados y las bebidas tuvieron su precio habitual. Los refrescos nacionales costaron de 160 a 190 pesos, las maltas entre 220 y 250 y las cervezas de 140 a 160 pesos. El pan con lechón asado se vendió a 200 pesos y un plato con un cuarto de pollo frito y algunas onzas de vianda frita, en 500 pesos.