LA HABANA, Cuba. – El 15 de mayo de 1955 Fidel Castro y otros miembros del Movimiento 26 de Julio, responsables del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, fueron encarcelados gracias a una amnistía decretada por Fulgencio Batista, quien pretendía postularse para las elecciones y necesitaba sacarse de encima la presión popular. Aquella decisión tendría un costo altísimo para Cuba, que Batista ni los simpatizantes de Fidel Castro podían prever.
Lo más interesante fue el contexto en que se produjo aquella excarcelación, que dice mucho de las libertades que tenía el pueblo cubano bajo una dictadura que, con toda su crueldad, fue poco en comparación con el régimen que instauraría Castro a partir de enero de 1959.
La presión popular para que los asaltantes fueran liberados tuvo en primera fila a los familiares de los jóvenes presos, que no cesaron en sus reclamos, respaldados por el pueblo y una amplia cobertura periodística. Las madres, en particular, lucharon incansablemente. Redactaron una carta dirigida al pueblo de Cuba, en nombre de todas las madres de la Patria, para visibilizar la injusticia y recabar todo el apoyo y la solidaridad posibles.
Se creó el Comité de Familiares Pro-Amnistía de los Presos Políticos, que tuvo un alcance nacional y añadió más presión aún sobre Batista, quien fue acusado incluso de haber urdido un plan para asesinar a Fidel Castro. Esta supuesta conspiración aceleró el proceso y dejó en libertad ―convertidos en héroes para el pueblo y vitoreados por los medios de comunicación― a los que, apenas un lustro más tarde, demonizarían la República como un orden corrupto y desigual, para instaurar un gobierno totalitario que le quitó al pueblo cubano los derechos de reclamar la libertad de los presos políticos, y a las madres la posibilidad de agruparse con el fin de pelear cívica y pacíficamente por la excarcelación de sus hijos.
Aquel día, por causa de su ambición personal y cortedad de miras, Batista tomó la decisión que condenó a Cuba a un calvario que parece no tener fin. Poco antes, el político Rafael Díaz-Balart, cuñado de Fidel Castro, había dado un discurso ante la Cámara de Representantes alertando sobre los verdaderos propósitos de Castro y su camarilla.
“No quieren solución nacional de tipo alguno, no quieren democracia, ni elecciones ni confraternidad. Fidel Castro y su grupo solo quieren una cosa: (…) el poder total para instaurar la más cruel, la más bárbara tiranía…”, dijo.
Sus palabras fueron proféticas. Díaz-Balart calculó que el régimen de Castro no se podría derrocar en 20 años por lo menos. Pero se quedó muy corto.