LA HABANA, Cuba, 22 de julio de 2013, Pablo Pascual Méndez/ www.cubanet.org.- Este último viernes 19 de julio, la compañía del Teatro Lírico Nacional de Cuba (TLNC), estrenó en la sala Avellaneda del Teatro Nacional la revista musical Las Leandras, obra de Francisco Alonso, muy conocida por sus populares canciones La Viuda, El Pichi y Los Nardos.
Las Leandras llega a los escenarios cubanos con la dirección artística de Eduardo Eimil, más la conducción musical y general del propio director del TLNC, Eduardo Díaz, versión contextualizada que seguiré en la sala Avellaneda durante los próximos 26, 27 y 28 de julio.
Supeditada al baile y la música, la obra nos atrapan en los enredos y mal entendidos propios de la comedia musical, cuyos conflictos orbitan ante la presumible llegada de un tío millonario oriundo de las islas Canarias, que vendrá a Cuba con el propósito de conceder una herencia a su sobrina, también pretendida por un primo español.
Ella, junto a un grupo de personajes acuerdan fundar una academia “cuentapropista” de espectáculos―aludiendo la aplicación de las nuevas reformas económicas en Cuba―para dar una buena imagen “al pariente moralista”.
El enredo se agudiza cuando irrumpe un guajiro con un sobrino virgen, para “iniciarlo” en un puti-club y resultó confundido con el tío millonario.
Con una escenografía minimalista y sin el tradicional abuso de telones en los decorados, Eimil utilizó con eficiencia los planos y niveles más favorables del escenario.
De igual forma aprovechó el talento de los jóvenes integrantes de la compañía, que interpretaron airosamente sus números musicales sin recurrir a los movimentos sucios, a pesar de las dificultades acústicas existentes en el teatro―que en esta oportunidad fueron resueltas con micrófonos. Este problema trasciende como un azote para los cantantes líricos en casi todas sus presentaciones.
Cito particularmente que me pareció genial la idea de montar el piano sobre una plataforma rodante y que el pianista fuera integrado a la trama como un actor más. También resultó alentador que el director artístico no recurriera al boom de escenas de sexo y desnudos corporales, tan machacadas en puestas contemporáneas.
La pieza, estrenada mundialmente en el teatro Pavón de Madrid, el 12 de noviembre de 1931, tiene una versión cinematográfica del año 1969, protagonizada por la fallecida actriz/cantante española Rocío Durcal.
Se hace necesario que el TLNC tenga su propia sede
La escenificación de las Leandras comienza a demostrar que los jóvenes egresados de la academia de canto lírico Adolfo Casas y otros integrantes graduados del Instituto Superior de Arte (ISA) ya están en un proceso de maduración. El desenvolvimiento mostrado es un claro mensaje de que los directores artísticos, musicales y burócratas del Ministerio de Cultura tienen la pelota en su campo.
Resulta inconcebible que Las Leandras sea la primera puesta del teatro lírico en el presente año―exceptuando la presentación de algunas operas de cámara o de pequeño formato―a causa de la escases de proyectos que obligan a gran parte de su nómina a trabajar en otros escenarios.
Se hace necesario que el TLNC tenga su propia sede teatral con las condiciones acústicas necesarias para montajes en serie, si es que el Ministerio de Cultura pretende salvar y difundir un género que goza de una larga tradición en Cuba.
La premier de Las Leandras cubanizadas fue graciosa y refrescante, pero el público sólo ocupó un escaso 40% de las localidades, ya que desafortunadamente la promoción televisiva apareció con breves chispazos y comenzó a emitirse una semana antes del estreno.
Es contradictorio que el teatro lírico sea opacado por la divulgación de otros géneros musicales que monopolizan los audiovisuales, en tiempos en que la cultura se revela como el principal antídoto ante la pérdida de valores humanos, indisciplina social y manifestaciones chabacanas, reconocidas por el propio presidente, Raúl Castro, en su más reciente discurso.