SONGO LA MAYA, Cuba. – “¡No, esto no puede ser!”, exclama, casi entre llantos, una mujer que aparenta tener unos 30 años. Ella y casi otro centenar de personas han estado apostados desde la madrugada, o incluso desde antes, frente a la farmacia principal de La Maya para comprar las medicinas que necesitan.
Su grito sucedió al anuncio de una de las empleadas del centro, encargada de comunicar a los presentes que se habían acabado las medicinas, justo cuando le correspondía comprar a ella.
“Esto no tiene nombre. Yo estoy aquí desde las 2:00 de la mañana y comenzaron a vender hace menos de una hora. ¿Cómo es posible que ya se hayan acabado los medicamentos?”, se preguntó, casi retóricamente.
Enseguida, varios de los presentes en la cola, que se mantenían reacios a abandonar el lugar, también comenzaron a cuestionar la brevedad de la venta, dejando entrever que en dicho establecimiento se estaban desviando los fármacos.
En julio, funcionarios del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) revelaron que de los 619 renglones que conforman el cuadro básico de medicamentos, solo 268 se distribuían en las redes de farmacias.
Es obvio que si a la ínfima distribución se suman las sustracciones que alimentan el mercado negro, también menguado por la escasez, las medicinas no alcanzan para cubrir las necesidades mínimas de la población.
“Siempre es lo mismo con esta gente (el personal de la farmacia). Ya ni disimulan, están robando a la cara”, afirmó indignada otra joven que no pudo comprar paracetamol para su hijo de un año.
El pequeño comenzó a tener fiebre después que le administraran la vacuna triple vírica, correspondiente a su edad, y que inmuniza contra la papera, la rubéola y el sarampión.
Ese mismo día viernes, su madre acudió a la farmacia para comprar paracetamol. Sin embargo, una de las trabajadoras le informó que aunque había, no podía vendérselo: “No puedo hacer nada por ti, tienes que volver mañana”, le dijo.
Las fechas de “surtido” y venta a la población en la localidad fueron cambiadas hace poco tiempo. Hasta hace dos semanas, el camión de los medicamentos entraba los jueves en la tarde y la venta comenzaba ese mismo día.
“Es algo absurdo, ¿qué clase de seres humanos juegan así con la salud de un niño? Para mí está súper claro: eso de vender un solo día es para aprovechar el tumulto y robarse las medicinas”, expresó a CubaNet la joven exigió condiciones de anonimato para evitar represalias en su contra.
Según ella, los funcionarios aprovechan las largas filas para infiltrar a familiares y amigos. Luego, ellos les garantizan un buen turno que les permita comprar y, de esa forma, desvían los medicamentos sin mayores problemas.
Eugenio Palacio coincide. Este señor de 70 años ha acudido a la farmacia cada semana durante tres meses con la esperanza de comprar metformina para tratar su padecimiento de diabetes mellitus tipo dos, y enalapril para tratarse la hipertensión arterial. Hasta hoy no ha podido conseguirlos.
“Yo estoy seguro de que los trabajadores de ahí están vendiendo las pastillas por fuera, porque no puede ser. Yo llevo desde agosto sin mi tratamiento y sí ha llegado algunas veces, porque uno se entera. Siempre es lo mismo, me avisan, voy rápido porque vivo cerquita, pero cuando llego ya se ha acabado todo”, lamentó Palacio.
Según el ministro de Salud Pública, el doctor José Ángel Portal Miranda, en Cuba hay alrededor de 3 millones de pacientes que tienen tarjetón (asignación mensual de medicamentos). Para ellos, se disponen 85 medicinas diferentes, sin embargo, tan solo 62 son garantizadas por la industria nacional.
Con estas cifras “no se satisface la demanda”, admitió el directivo al medio oficialista Cubadebate.
La escasez, además, se ha agudizado en este año. Al cierre de junio, al menos 116 medicamentos estaban en falta en Cuba, una cifra que duplica los 57 que escaseaban al finalizar el 2019. Este número representa el 19 por ciento del cuadro básico.
Cabe destacar que el grupo de la tercera edad es el más afectado por el desabastecimiento y, al mismo tiempo, este sector resulta ser de los más vulnerables debido a la pandemia de coronavirus.
De este grupo, los pacientes que sufren diabetes mellitus e hipertensión arterial son más propensos a llegar a fases críticas de la enfermedad e incluso a la muerte. De ahí la preocupación de Palacio por mantener sus patologías controladas.
“Yo no soy un viejo iluso ni mucho menos. Sé bien que muchas veces las personas roban para sobrevivir. Pero, por Dios, que respeten las medicinas de los tarjetones por lo menos”, pidió.
Estudios clínicos han demostrado que los pacientes de la COVID-19 suelen presentar mayores marcadores de inflamación, superiores en personas con diabetes.
“Está comprobado que los diabéticos que padecen COVID-19, además de comorbilidades asociadas como la obesidad y la hipertensión arterial, generalmente no tienen una buena respuesta a la enfermedad”, explicó a CubaNet el doctor Roberto Serrano Delis.
Por suerte, Maritza Colás no corre estos riesgos adicionales. Ella tiene 45 años y da gracias a Dios por tener tan buena salud. Pero aunque el tema no la afecta directamente, cree que “es un abuso lo que están haciendo los farmacéuticos, en medio de la crisis actual”.
Por su parte, otra de las presentes en la cola, una mujer de 37 años, dejó claro que la implicación de los empleados farmacéuticos en el desvío y reventa de medicamentos es un hecho, puesto que en muchas ocasiones ella misma ha comprado fármacos de manera clandestina.
“Desde principios de año, contacté con una persona cercana a un farmacéutico. Ese contacto revende las medicinas que llegan semanalmente. Él no ha explotado porque todos los clientes somos de confianza”, reveló la mujer.
Además, aseguró que este funcionario se vale de amigos médicos que le facilitan las recetas indispensables para justificar la venta de los medicamentos.
“Lo de las recetas es fácil, solo tienen que estar a nombre de terceros, con carnet de identidad y todo”, aseguró la entrevistada en condiciones de anonimato.
En 2018, medios oficialistas dieron a conocer el caso de José Martín Porra Porra, un farmacéutico de Sancti Spíritus, quien fue condenado a siete años de privación de libertad por la misma práctica. Las autoridades comprobaron que este ciudadano comercializaba fármacos para diferentes tipos de dolencias de forma ilegal.
El esquema que seguía el señor de 67 años era muy similar al descrito por la fuente entrevistada por CubaNet. Igualmente solicitaba recetas médicas en diferentes puestos de salud y luego compraba, poco a poco, los medicamentos, pues antes de 2018 las prescripciones eran todavía más fáciles de obtener.
Fue a partir de febrero de ese año que el MINSAP resolvió reformar las recetas con el objetivo de “enfrentar los delitos e ilegalidades”.
En las actuales recetas es obligatorio el uso de cuños institucionales, así como el carnet de identidad del paciente y la dirección particular, sobre todo cuando los medicamentos crean adicción o puedan usarse como drogas.
Sin embargo, en la práctica conseguir una receta resulta mucho más sencillo: cualquiera que tenga relaciones con un médico puede obtener las prescripciones que desee.
“Es verdad que los nuevos modelos de recetas incluyen los cuños exclusivos de las instituciones, el número de indentidad y demás; pero la mayoría de los médicos acuñan cierta cantidad con antelación, o sea, cuando se rellenan ya están validadas”, señaló el doctor Serrano Delis.
“En cuanto al nombre y número de carnet, sucede que una persona de confianza puede pedir tres recetas, por ejemplo, y aparte de su identificación, utilizar otras dos, que generalmente son de familiares”, concluyó.
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