Cubanos en Ciudad Juárez ofrecen donar sangre a heridos en atentado de El Paso

CIUDAD JUÁREZ, México.- Un inmenso atardecer de ocres y naranjas cubre la frontera de Ciudad Juárez, México, con El Paso, Texas. Los rascacielos de la primera ciudad estadounidense al cruzar el puente internacional Paso del Norte-Santa Fe, se divisan tras el muro fronterizo, que se va extendiendo de manera imparable desde hace dos años.
Es la esperanza para miles de migrantes, desde el pasado sábado teñida de horror por el mayor ataque antinmigrante en EE.UU. en la que hasta ahora era una de las ciudades más seguras del país, vecina de la mexicana por la que se cruzan las drogas que se consumen en paz en territorio estadounidense, y que convierten el lado mexicano de la frontera en una de las ciudades más peligrosas del mundo.
El cubano Yolexi Cools Barreto, que espera desde hace más de tres meses su turno para pasar ordenadamente hacia EE.UU. y solicitar asilo político, ha cambiado por estos días su principal tema de conversación.
A pesar de que las autoridades estadounidenses han reducido drásticamente desde hace tres semanas el número de personas que piden para cruzar, ahora Cools sólo piensa en cómo ayudar a los sobrevivientes del mayor crimen racista contra hispanos en la historia reciente de EE.UU. Lo hace con lo único que tiene aún para dar: donando su sangre.
“Estaba con mi esposa y mi cuñado viendo las imágenes. Nos preguntamos de qué manera podíamos ayudar”, afirma a CubaNet Yolexi Cools Barreto, nacido en Guantánamo hace 42 años y padre de un niño que tuvo que dejar en la isla.
En menos de tres horas Yolexi consiguió que se unieran a su objetivo unos cuarenta isleños, hospedados en el mismo hotel donde descansa, tras unas doce horas de trabajo en la construcción, bajo el sol del desierto. En un día ya son más de cien migrantes cubanos dispuestos a donar. Por este medio independiente lanzan un llamado humanitario para que otros cubanos se unan a ayudar a los heridos.
“Esto que ha pasado en El Paso me ha dolido mucho. He hecho 36 donaciones en mi vida, soy B negativa, una sangre muy difícil de encontrar en Cuba. Estoy dispuesta a donarla. Invito a los cubanos a donar, es algo muy bueno, no es malo, es bueno ayudar a las personas necesitadas”, dice Yanelis, madre de dos niños en Cuba y quien espera desde hace dos meses su turno para cruzar. Yanelis prefiere no desvelar su apellido públicamente.
En la mañana del sábado 3 de agosto miles de personas esperaban durante una media de tres a cinco horas para cruzar por uno de los puentes fronterizos desde Ciudad Juárez a El Paso. Unos, para hacer sus compras, visitar a familiares al otro lado de la frontera, estudiar cursos intensivos de inglés o trabajar. Algunos de ellos fueron al conocido centro comercial de Cielo Vista, donde se encuentra la tienda Walmart, una de las diez tiendas más concurridas de la empresa en Estados Unidos, según un reporte de The New York Times. La mayoría de las grandes tiendas de su tipo reúnen en promedio a 14 000 clientes por semana; el Walmart de El Paso recibía a 65 000 personas, aseguró un analista al citado medio estadounidense.
Desde que EE.UU. ha intensificado los controles migratorios, la calidad de vida en la frontera se ha traducido en varias horas más de espera, con un fin indeterminado, en la que los niños estadounidenses que viven en Ciudad Juárez pierden cada día una media de dos horas de sus clases en El Paso, y los comercios tejanos tienen pérdidas millonarias: son muchos los mexicanos que deciden no cruzar hacia EE.UU., enfrentándose a unos agentes que han aumentado los tiempos de espera, mientras les revisan sus documentos migratorios.
El joven Patrick Crusius, de 21 años y desempleado, viajó por carretera durante 9 horas desde la casa de sus abuelos, cercana a Dallas, con el único objetivo de asesinar con su AK-47 a cuántos más migrantes y latinos pudiera y así parar la “invasión hispana”, según las investigaciones.
Admirador del presidente de EE.UU. Donald Trump, Crusius estaba en contra de la “invasión hispana”, según un manifiesto que, las autoridades suponen, el asesino publicó días antes de la masacre en un sitio supremacista online.
Con su inestabilidad mental, unido a su odio antinmigrante, Crusius consiguió asesinar hasta el momento a 22 personas, ocho de ellas mexicanas, de clase media, y herir brutalmente a otras 24, según datos oficiales.
La imagen de los padres de un bebé de dos meses de edad, que murieron al salvarlo de las balas, ha conmocionado a los cubanos, y a Aldy Matos Corbacho, una joven de 26 años que trabaja en una pizzería en Juárez para sobrevivir, mientras aguarda desde hace tres meses para cruzar hacia El Paso.
“Quiero dar el pésame y poder ayudar con mi sangre a los que están en estado crítico. Todos somos seres humanos”, subraya Matos.
Ahora el reto para los migrantes cubanos es saber cómo hacer llegar su ofrecimiento hacia las autoridades de El Paso. Varias decenas de ellos se ausentaron de su empleo por un día en la búsqueda de cómo hacer llegar su ofrecimiento. Intentaron conversar con las autoridades mexicanas y pensaron que les tomarían inmediatamente su sangre. Yoelvis Campos Castillo dejó de ganar los 250 pesos mexicanos (unos 13 dólares) que gana al día por trabajar más de catorce horas remodelado edificios.
“Le dije a mi patrón que debía solucionar un problema urgente. Lo que a uno le parece bien, a otros les puede parecer mal”, dijo Campos, de 44 años y padre de 4 hijos, de los que se despidió en mayo en Guantánamo.
Las víctimas de El Paso también duelen cuando se está esperando en el lado mexicano de la frontera para cruzar ordenadamente hacia EE.UU. y solicitar el asilo político. Se estima que alrededor de 6 mil migrantes, el 80 por ciento de ellos cubanos, son retornados a Ciudad Juárez para esperar su Corte en El Paso por el acuerdo del MPP establecido entre los presidentes de EE.UU. y México.
Es un dolor que se convierte en lágrimas en sus ojos. No sólo por los asesinados, sino por pensar que, en su primer punto de cruce hacia su sueño americano, hay odio contra los que un día emigraron a EE.UU. o son latinos.
“Nos sentimos ahora hasta con miedo, pero antes del miedo está la parte humana de poder ayudar a quien haga falta”, dice Yanelis.
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