LA HABANA, Cuba.- Al menos unas trescientas personas lograron escabullírsele al fuerte dispositivo de seguridad montado por la policía y otras fuerzas del Ministerio del Interior, y esperar en las afueras del estadio Latinoamericano la caravana de autos donde llegó el presidente Barack Obama.
En la noche de ayer se clausuraron todas las calles aledañas a la instalación deportiva, dejando únicamente activa la vía por donde arribaron las comitivas del presidente de EE.UU., así como de Raúl Castro, altos funcionarios del Estado y más de treinta autos de diplomáticos con banderas de diferentes países del mundo.
Vecinos del lugar comentaron que la Seguridad de Estado prohibió abrir las ventanas de las viviendas o salir a los balcones de los edificios hasta nuevo aviso.
En la calle, efectivos policiales y de seguridad establecieron barreras para controlar los accesos e impedir la acumulación de personas en las cercanías del estadio. Solo algunos pudieron penetrar el cordón de seguridad y colocarse junto a extranjeros y vecinos, a pocos metros de la ruta por donde llegó el líder estadounidense.
Como parte del programa en su visita oficial a la Isla, Obama asistió junto a su homólogo cubano al encuentro de beisbol entre el equipo norteamericano Tampa Bay Rays y una selección nacional.
“Nos metimos en un grupo de turistas y tuvieron que dejarnos pasar, pero porque no les conviene el espectáculo. Ya habíamos tratado por otros puntos y no pudimos pasar, nos viraron”, relató una pareja de jóvenes que celulares en mano aseguraron tener un único objetivo: “sea como sea vamos a retratar las bestias’”, el sobrenombre con que se conoce a los autos que transportan al presidente y su familia.
Alberto Lanaro, italiano que reside en Cuba, narró que desde bien temprano en la mañana se encontraba en los alrededores del estadio abordando a las personas que portaban invitaciones para entrar al juego, algo que también hicieron otros extranjeros.
“He ofrecido hasta 50 CUC por una invitación para poder ver el juego a gusto. Esto es algo histórico y quiero ser parte de ello, pero nadie quiere vender. Que no pueden, me han dicho casi todos”, aseveró.
Las 55 mil capacidades del estadio fueron copadas por estudiantes, empleados de diferentes ramas, figuras de la cultura y deportistas activos y jubilados entre otros. Todos los presentes fueron sometidos a investigaciones políticas antes de recibir el visto bueno.
La concurrencia comenzó a ocupar sus puestos a partir de las diez de la mañana.
Según comunicó Gerardo Herrera, quien asistió en la partida aprobada por la Unión Eléctrica Nacional, los centros laborales indicaron que repartirían un pan de merienda y que cada trabajador debía llevar agua para beber en una botella plástica.
“En el estadio no va a funcionar la gastronomía, y tampoco se puede entrar con otra cosa que no sea agua o refresco en un pomo plástico y el carnet de identidad”, apuntó Herrera antes antes de irse al Latino a ver el partido.