LA HABANA, Cuba.- El “pequeño pero exuberante movimiento” skater de Cuba se ha labrado un nuevo espacio, ayudado por un cubanoamericano dueño de una tienda de patinetas, de acuerdo a un reporte de la agencia AP.
Utilizando pequeñas donaciones de individuos y un puñado de organizaciones benéficas, René Lecour y un grupo de patinadores cubanos vertieron concreto construyeron rampas en un edificio abandonado en Ciudad Libertad, una antigua base militar llamada Columbia que Fidel Castro ordenó convertir en un centro académico después de 1959.
“Significa mucho que se creen espacios como este, que no se haya mantenido como un deporte urbano escondido”, dijo Héctor Jorge, de 31 años y aficionado al skateboard.
Lecour, de 50 años, comenzó a viajar a Cuba hace casi una década y su grupo Amigo Skate Cuba se ha convertido en un elemento clave en la pequeña comunidad de entusiastas de patinetas extranjeros que han tratado de proporcionar a sus homólogos cubanos con tablas y otros equipos.
“Este es un regalo para la gente”, dijo Lecour. “No tenemos ningún objetivo político o religioso. No estamos vendiendo nada. Vinimos a ayudar”.
Para la gran inauguración del parque de patinaje, músicos cubanos realizaron breves conciertos gratuitos, mientras que los jóvenes patinadores obtuvieron 60 patinetas recién donadas y pintaron las viejas. Los participantes tenían edades comprendidas entre los 8 y los 50 años. El parque se está utilizando a diario, y está prevista una convención nacional de skaters cubanos para junio.
El establishment deportivo oficial de Cuba una vez tuvo una visión sombría de los patinadores, pero en los últimos 15 años ha tolerado, y ocasionalmente alentado, el skateboarding. Permitió la creación de otra instalación para patinar, ahora deteriorada, en el Parque Metropolitano hace más de una década. Pero no tiene una federación formal para el deporte y la isla no tiene lugar para comprar patinetas, lo que sería en cualquier caso prohibitivamente caro para la mayoría de los cubanos.
El skateboard aparentemente comenzó con un puñado de personas en la década de 1980 y ahora hay cientos de entusiastas, aunque el número exacto no está claro. Se reúnen en varios puntos alrededor de la capital.
“Es una gran familia y no importa qué tipo de música escuches, cómo te vistas, lo que sea. Cuando todos patinamos, todos son iguales “, dijo Yobel Pérez, un patinador de 28 años.