VILLA CLARA, Cuba. – Hace cuatro años que Yadira cumplió su promesa. Se había postrado frente a la Virgen y le pidió que le diera un hijo, que solo ella podría echar por tierra los pronósticos de tantos médicos. Yadira Méndez lloró en el altar y juró velas, girasoles, dinero, todo lo que la Santísima pudiera merecer. “Un hijo saludable”, imploró, y la Patrona le concedió una niña cuando estaba próxima a cumplir sus 43 años. Entonces, la agradecida devota la nombró Caridad y, cada 8 de septiembre, suele vestir de amarillo y salir con el fruto de su vientre a las calles de Santa Clara. “Todo lo que pueda hacer es poco para agradecerle a virgencita, a Oshún, que es la misma”, dice, y se besa la mano. “Esta niña es de ella”, recalca.
Las céntricas arterias de Santa Clara reunieron este domingo a centenares de feligreses que rinden tributo a la fecha que los católicos dedican a la Virgen de la Caridad del Cobre conocida también como Virgen Mambisa, declarada Patrona de Cuba hacia 1916. “Yo vengo al templo a agradecer, no a pedir”, explica uno de los congregados frente a la Iglesia del Buen Viaje y que se presenta como Jorge Alonso. “Yo creo en ella, y mucho. Gracias a su bendición mi primo y su familia llegaron vivos a los Estados Unidos. Cuando aquello se murió mucha gente ahogados en el mar. Antes de irse, ellos se llevaron una estatua de la Caridad que era de mi abuela. Pasaron mucho, una tormenta los cogió en medio de aquello con los niños. Ella misma fue la que los protegió, porque abuela decía que esa virgen era especial. Eso, para mí, es un milagro”.
En una de las escaleras de la iglesia hay un hombre desprovisto de piernas que vende velas amarillas y más de tres carros que portan cubetas de girasoles. La procesión de la Virgen también deviene en negocio próspero para los cuentapropistas. Se cuenta que, desde la segunda década de 1600, en esta ciudad de Cuba se celebra la fecha tradicionalmente los 8 de septiembre. De acuerdo con un artículo publicado por la especialista Maritza Díaz Morejón, “en las vísperas se tiraban fuegos de artificios, no cesaba el repiqueteo de tambores y el sonar de las maracas, se efectuaban juegos de todo tipo, se velaba la cruz y se hacían procesiones y verbenas”.
En otra investigación, del profesor Florentino Martínez, se agrega que, cuando estaba próximo el 8 de septiembre, “los negros africanos, algo empapados de los ritos cristianos, y creyentes de buena fe, tomaban a su cargo la limpieza de todo ese espacio, incluso su guataqueo, para lo que se reunían en gran número, desde muy temprana hora de la madrugada, y tras la extracción de la basura, venía la guataquea general; todo ello para el mejor lucimiento de la fiesta de la Caridad, con salve la víspera y fuegos de artificio confeccionado por un vecino fronterizo”.
Por muchos años, la procesión de la Virgen estuvo silenciada y se limitaba a un pequeño homenaje dentro del propio templo. Con el divorcio entre la iglesia y el estado, el 8 de septiembre, los devotos acostumbraban a asistir de manera disimulada a la iglesia. “Antes, era mal visto tener santos y vírgenes en las casas. Yo nunca dejé de adorarla”, asegura Leonora Martínez, una de las feligresas que asistió este domingo a la misa. “Lo tuve que hacer, para que mis hijos no se metieran en problemas en la escuela, le hice una pequeña caseta en mi cuarto y escondía allí a mi Cachita. Recuerdo que uno de los vecinitos, de familia muy católica, llevaba un rosario a la escuela. A ese, no lo dejaron estudiar en la universidad. Después, sus padres se lo llevaron del país”.
La imagen de la patrona no salió a las calles de Santa Clara hasta entrados los años noventa, según recuerdan los propios trabajadores del templo, cuando centenares de cubanos se refugiaron en la religión en busca de espiritualidad ante la crisis económica que se vivía en Cuba. En 1998, recorrió todas las diócesis como preparación a la llegada del papa Juan Pablo II, quien envió un rosario de oro a la Virgen, a raíz de su visita. “No hay que ir a El Cobre para cumplir una promesa, puede hacerse aquí en nuestra casa”, asegura el señor dedicado a cuidar desde hace años las puertas de la Iglesia.
La Virgen de la Caridad o Virgen Peregrina, ubicada en el santuario diocesano de Santa Clara, conocido como Iglesia del Buen Viaje fue entregada al templo por la familia Figueroa, quienes fueron, por muchos años, propietarios de dicha imagen. Se narra que esta fue mandada a confeccionar en Francia por Rosalía Abreu para regalarla a su cuñada Rita, la hermana de Luis Estévez, esposo de La Benefactora Marta Abreu. Rita, quien sufría graves problemas de salud, le pidió a Rosalía que esta fuera a imagen y semejanza de la Virgen de El Cobre. Posteriormente, fue entregada a Luis Figueroa, su médico de cabecera, y conservada en dicha familia hasta 1997 cuando la cedieron al Obispado de Santa Clara.
En las escalinatas de la Iglesia, los santaclareños se arrodillan ante la Virgen. Han venido a pedir salud, prosperidad, a cumplir promesas. Un señor se ha prendido una vela amarilla en la palma de la mano y deja correr, sin quejido alguno, la cera caliente entre los dedos. Otro, se persigna frente a la imagen para que “se le destraben los problemas en la embajada”, dice. “Los cubanos pedimos por costumbre”, agrega Leonora en su conversación. “Pedimos, porque se nos han trabado muchas cosas. Cuando me levanto todos los días pido la bendición a la madre, la que me ha dado todo, para que me ayude a luchar, y a soportar todos los problemas que tengo encima”.
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