MIAMI, Estados Unidos. — Cada 3 de diciembre se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que este año abordará la temática “Soluciones transformadoras para un desarrollo inclusivo: el papel de la innovación para impulsar un mundo accesible y equitativo”.
Aunque en las últimas décadas el régimen cubano ha intentado mostrarse como un paladín del cuidado de los ciudadanos con discapacidad, las condiciones en que se vive en la Isla invitan a pensar que la Isla, más que un paraíso, se ha convertido en un infierno para aquellos que, de una u otra manera, no pueden valerse por sí mismos.
En los últimos meses han trascendido denuncias de varias personas con discapacidad alegando abandono por parte de las autoridades del país caribeño.
En mayo del presente año, Alberto Peña Mendinueta, un limitado físico que reside en el pasillo de entrada de un solar en el municipio Diez de Octubre, pedía al gobierno una vivienda donde pudiese llevar una vida digna.
“Necesito que me resuelvan un lugar donde vivir porque llevo una pila de años en la calle (…) Estoy viviendo aquí hace años ya. Después de que me divorcié de la última mujer que tuve, que fue cuando me amputaron la primera pierna, vine a vivir para aquí”, dijo el hombre a CubaNet.
Colas, escasez de alimentos, falta de transporte, declive de la Salud Pública y problemas con el fondo habitacional son condiciones que invitan a pensar en la dificil situación que deben enfrentar las personas con discapacidad en la Isla.
“Estoy pasando por una situación crítica. He pedido ayuda a las autoridades y no me han resuelto nada, he hablado y hablado por gusto”, declaró a este diario el pasado mes de junio el cubano Arístides Rizo Pedroso.
Sin una de sus piernas y en un sillón de ruedas, Rizo Pedroso solo recibe por su condición una pensión mensual de 1 540 pesos. Con esa cifra, a todas luces insuficiente, debe sufragar gastos de alimentación, aseo y medicinas.
Otro caso es el de Orlando Lores Sánchez, un cubano con discapacidad que vive en Arroyo Naranjo, La Habana. Pese a ejercer una profesión, Lores aseguró en agosto a este diario que ese título no le valía de nada en un país donde ni siquiera podía alimentar bien a sus dos hijas, de 13 y 14 años.
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