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“Ellos me lo desgraciaron”

LA HABANA, Cuba.- El dolor de sus familiares y amigos aflora. Detrás de aquel inmenso cristal, en la sala de terapia intensiva del hospital Salvador Allende (Covadonga,) cada vez se acumulan más visitantes, todos quieren saber cómo sigue. Apenas se mueve, pero Guillermo Brancacho Rubio, El Gallego —como le dicen cariñosamente—, continúa luchando por su vida.

Hace más de veinte días que llegó al hospital proveniente de la prisión de Valle Grande, donde esperaba por su proceso judicial. Fue allí donde, según confiesa su hermana Jennifer Díaz Rubio, comenzó la “tragedia”.

Explica Jennifer, que su hermano habría sido arrestado por el delito de receptación, producto de la compra de varios equipos electrónicos, que presuntamente habían sido robados.

“Eran tres televisores y una laptop, pero él no sabía que todo esto era robado, a él lo engañaron; con la idea de buscarse unos pesitos más, mira donde está. En un principio lo llevaron para 100 y Aldabó, donde estuvo alrededor de un mes, allí agarró un catarro que se le fue agudizando cada vez más y cuando llegó a la prisión de Valle Grande, ahí sí se complicó”, apuntó.

Destaca que con el paso de los días, en varias visitas su hermano le comentaba que estaba teniendo fiebre y que se sentía muy mal.

“Se empezó a quedar sordo de un oído, nosotros le hablábamos y él no escuchaba nada, incluso, a veces hasta nos reíamos de la sordera. Yo le pregunté si lo habían llevado al médico y él me dijo que allí no lo atendía nadie, que sólo lo bajaban un ratico a la enfermería, lo tocaban para ver si tenía fiebre porque ni termómetro había, le daban una pastilla para la fiebre y más nada”.

Agrega Jennifer que se presentó en la prisión y habló con uno de los jefes del penal, el cual le aseguró que se encargaría personalmente de brindarle la asistencia médica a su hermano.

“Fui a Atención a la Ciudadanía en la Plaza de la Revolución, donde me atiende un mayor que llamó a la prisión y habló con Lexi. Este le dijo que yo fuera al día siguiente que me atendería, porque las veces anteriores que fui a la prisión nadie me quiso atender”, dijo.

“Su abogado incluso solicitó el cambio de medida en dos ocasiones y le fue denegado, puso una queja y se perdió antes de llegar a la fiscalía, no entiendo nada”.

CubaNet intentó hablar con el abogado para obtener su testimonio al respecto, sin resultado.

Al día siguiente, tal y como le habían dicho, fue recibida por el oficial Lexi, quien incluso le trajo a su hermano para que lo viera.

“Estaba muy mal, venía casi cayéndose, lo tenían esposado y estaba muy hinchado. Cuando me ve me dice: ‘me siento mal, me siento mal y esta gente no me creen’ y se echa a llorar. Entonces es cuando este Lexi me asegura que lo llevarían al hospital del Combinado del Este para que lo atendiera un médico otorrino. Pero todo fue una mentira, porque sí lo llevaron al Combinado, pero lo pusieron en una celda y nunca lo vio nadie, ningún médico pasó por allí,  me lo dijo mi hermano personalmente”, enfatizó.

A los pocos días, asegura Jennifer que la llamó por teléfono un preso, a pedido de su hermano, para pedirle a esta que hiciera algo al respecto.

“Ese mismo día ya él entra en coma y los mismos presos fueron los que llamaron a los policías para que lo bajaran para la enfermería. Ya estaba tan hinchado que los ojos ni se le veían. Lo llevaron para el hospital del Combinado y después para la Covadonga, pero ya estaba casi muerto”, detalló.

Bajo condición de anonimato por miedo a represalias, uno de los reos que se encontraba recluido junto a Guillermo en la prisión de Valle Grande explicó a CubaNet lo mucho que sufrió este por los maltratos por parte del personal del penal.

“La doctora no lo quería atender porque decía que todo era mentira de él. Le decían que  no tenía nada, que estaba inventando todo aquello para tomar aire fuera de las rejas. Incluso Andy y el jefe de grupo Juan Carlos lo empujaron varias veces y le dijeron que él no tenía nada, que se dejara de descaro”, confesó el reo.

Cuando se puso crítico —agregó— Guillermo estuvo más de media hora tirado en el suelo y en todo ese tiempo no apareció ningún médico ni oficial.

“Todavía a estas alturas ellos continúan diciendo que El Gallego no tiene nada y que eso lo cogió en la calle, que no fue aquí en la prisión; aquí no llevan a nadie al médico, hay varios presos enfermos y no los atienden”, afirmó.

Tras su hospitalización en la Covadonga, relata Jennifer que de la prisión nunca más han ido al hospital  para interesarse por su hermano.

“Para limpiarse le pusieron una fianza de 500 pesos, a estas alturas que mi hermano se está muriendo y por culpa de ellos. En cuanto la pagué le retiraron los guardias que lo custodiaban y ojos que te vieron ir jamás te han visto regresar, eso sin antes impedir que los médicos emitieran ningún tipo de documento. Ante la solicitud del abogado de un acta donde se reflejara las razones por la cual El Gallego calló en ese estado,  ellos amenazaron a los médicos para imposibilitar esta gestión, luego de que estos ya habían accedido a la petición”, puntualizó.