LA HABANA, Cuba. – Por todos es conocido que muchos especialistas, e incluso organismos internacionales, han cuestionado en ocasiones los crecimientos del Producto Interno Bruto (PIB) que informan las autoridades cubanas. Tal y como marchan los acontecimientos, es muy probable que en este año 2019 presenciemos otra manipulación de las estadísticas que despierte la suspicacia de los entendidos en la materia.
A raíz de las limitaciones que enfrenta la economía debido a la carencia de componentes energéticos, no obstante ser calificadas por los máximos dirigentes de la isla como “dificultades de carácter coyuntural”, se han dado a conocer múltiples afectaciones a la producción y los servicios.
Disminuyen las producciones de acero y cemento, dos componentes básicos en el plan de construcciones que el país se había trazado. Se vislumbran grandes tropiezos para poder terminar el número de viviendas previsto.
Merma de manera considerable la transportación de pasajeros, en especial los viajes interprovinciales por ómnibus y ferrocarril. Los primeros se reducen a una salida diaria de La Habana al resto de las capitales provinciales -antes de esta nueva crisis había hasta cinco salidas diarias-; mientras que los trenes nacionales pasan de frecuencia en días alternos a salidas cada cuatro días.
Se dice que en la agricultura comenzará la tracción animal para los trabajos de preparación de las tierras, con el consiguiente decrecimiento de la productividad en este sector. De igual manera se espera que haya cortes en el suministro de electricidad en otras empresas y entidades del sector productivo, una situación que, sin dudas, afectaría a las distintas ramas de la industria manufacturera.
Y lo que pudiera resultar más alarmante: a pesar del optimismo inicial de Díaz-Canel en el sentido de que todo volvería a la normalidad en el mes de octubre, ya han aparecido insinuaciones por parte del propio oficialismo que apuntan hacia una prolongación de la crisis.
Si nos remitimos a las estadísticas oficiales del gobierno cubano observamos que los sectores de la economía que más se verían afectados por el descalabro energético que afronta el país -a saber, la construcción, el transporte, el suministro de energía eléctrica, la agricultura y el resto de la industria manufacturera- aportaron el 36,7% del PIB al cierre del pasado año 2018. Un porcentaje parecido al que descendió ese indicador durante el período especial de los años noventa.
Entonces la lógica indicaría una contracción de la economía cubana para el actual 2019. Sin embargo, el señor Alejandro Gil, ministro de Economía y Planificación, se apareció con la siguiente declaración durante una de las Mesas Redondas convocadas por la televisión cubana para dar a conocer las nuevas restricciones económicas: “Aunque el país está inmerso en esta situación energética temporal, tampoco renunciamos a la meta de crecimiento del Producto Interno Bruto para este 2019, afirmación que no defenderíamos si no tuviéramos una garantía razonable de que podamos lograrla” (“Las actividades y los servicios básicos del país no quedarán desamparados”, en periódico Granma, edición del 13 de septiembre).
Después de lo anterior, solo nos queda estar alertas si pretendemos descifrar la muy probable magia con que el Ministro maneje las cifras de la economía de Cuba.
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