SANTIAGO DE CUBA, Cuba. – “No pierdo la confianza de ver terminada la casa antes de que muera, aunque no es fácil el trabajo que he pasado. He recogido hasta los pedazos de cabilla y de bloques de construcciones antiguas que se han derrumbado tratando de economizar y, con todo y eso, solo tengo un cuarto donde cocino y duermo”, detalla Juan, quien lleva más de 20 años construyendo su vivienda ubicada en el reparto Altamira de Santiago de Cuba.
Menciona que solo devenga unos 242 pesos de asistencia social, ya que a sus 40 años le diagnosticaron VIH, desde entonces, una comisión de peritaje médico dictaminó que no podía trabajar a razón de la enfermedad, otorgándole derecho a la pensión.
“Antes laboraba como Trabajador Social. Cobraba cerca de 475 pesos y nunca pude reunir para la casa. Ahora, con la mísera chequera que recibo, menos lo voy a poder hacer y mi enfermedad sigue avanzando”, expone a CubaNet el señor, que casi arriba a sus cinco décadas de vida.
Como Juan, cientos de santiagueros viven en improvisadas estructuras que apenas alcanzan los 18 metros cuadrados, producto del ingenio humano, pero que en muchas ocasiones carecen de seguridad y reducen la calidad de vida.
Según cifras oficiales publicadas a fines del pasado año por el periódico Juventud Rebelde, el fondo habitacional en el país es de 3 824 861 viviendas. De ellas, aproximadamente el 39% están en condiciones regulares o en mal estado. No obstante, la planificación anual asumía la terminación de 32 899 nuevas viviendas, cifra que, de cumplirse, permitiría restablecer el fondo habitacional para el 2028.
Carlos lleva dos años construyendo una vivienda en el municipio de Palma Soriano. Cuenta que en los últimos meses paralizó la obra por los altos costos de los materiales de construcción. El hombre señala que una bolsa de cemento está costando casi 10 CUC en el mercado negro del municipio y que los puntos de ventas estatales no sufragan la demanda.
“La mayoría de los materiales hay que comprarlos por la izquierda a precios elevados, porque por el estado es imposible. Por esa razón paré la construcción. Ahora espero que aparezca todo más barato, aunque creo que eso es solo una ilusión, porque cada día sube más. El metro de cabilla estaba a 12 pesos y ahora hasta 18 pesos, y cuando vienes a ver el gasto es demasiado como para poderlo costear”, alegó.
En tanto, un albañil en Santiago de Cuba, que prefirió no identificarse ante este diario, dice haberse quedado sin trabajo ante la escasez y al encarecimiento de los materiales de construcción en la provincia suroriental.
“En estos momentos, los puntos de venta de materiales están pelados. No hay ni un grano de arena, y todo hay que adquirirlo por detrás de la cortina, como se dice. La cabilla, que es lo más caro, está a dólar el metro y el cemento a 120 pesos. La gravilla también subió y así con lo demás”, explicó.
“La gente no quiere construir y aunque la albañilería en Cuba es de inventos y de usar lo que se puede, como utilizar alambrón en vez de cabilla para construir las columnas y hasta para placas unido con cercas de perle para tratar de ahorrar y sobrevivir a la escasez. El mayor problema es que no hay ni dinero para la mano de obra y se limitan. Los que nos dedicamos a la albañilería nos hemos quedado en espera de trabajos, pero nada, solo tenemos trabajitos regados y pequeños”, confiesa el albañil con más de 24 años de experiencia en la profesión.
Por otro lado, el paso del huracán Sandy por Santiago de Cuba, agudizó el deterioro en el fondo habitacional, quedando miles de santiagueros a merced del gobierno. A casi 7 años de la tragedia meteorológica, aproximadamente 20 000 familias no han podido recuperar lo que los vientos huracanados se llevaron.
De acuerdo al semanario oficialista Sierra Maestra, se prevé un total de 3367 viviendas terminadas para el cierre del año. Sin embargo, al finalizar el primer trimestre solo se entregaron 681 viviendas, lo cual representaría un importante atraso en las obras.
La Ingeniera Mariana Denis Rojas, Directora Provincial de la Vivienda en Santiago de Cuba, indicó que las demoras en el plan se deben a “irregularidades en el suministro de algunos recursos fundamentales como es el acero y el cemento”.
“Estos atrasos nos obligan a trabajar a un ritmo de 448 viviendas mensuales (…) Estimamos recuperarnos al final del mes de septiembre con las viviendas, ya que la estrategia trazada se implementó a partir del mes de julio”, comunicó Denis Rojas en la prensa oficial.
No obstante, quejas de varios santiagueros supuestamente beneficiados con el programa de la vivienda, revelan otros problemas. Y es que la carrera de las autoridades por cumplir los “planes y estrategias trazadas”, solo ha generado chapucería y malos trabajos constructivos.
Así lo explica Rosales, una señora que recibió un apartamento a principios de este año en el poblado conocido como El Sala’o.
“Me dieron un apartamento recién construido por el Estado, porque a mí me atienden por asistencia social. Pero desde que me mudé y comencé a vivirlo no duermo tranquila. Las filtraciones de la casa son horribles, parece que las instalaciones sanitarias de los otros apartamentos las hicieron mal y por las paredes filtra y cuando llueve ni hablar, hasta gotea por el techo”, denunció la mujer, que no permitió que este diario tomara fotos alegando temor a que le quitaran la vivienda.
“Cuando recibí la casa, no pensé que iba a tener estos problemas, y aunque está mejor que lo que tenía antes, se supone que las dan para que uno viva mejor. Cuando llegué no tenía ningún tipo de enchape en el baño, ni en la cocina, es todo chambón y rústico, y lo que me dijeron fue, que eso ya iba por mi cuenta. ¿Cómo va a ser por mi cuenta, sí me lo dieron porque mis condiciones de vida son las peores?”, se pregunta.
En general, la falta de recursos económicos y materiales de la mayoría de las familias cubanas, los atrasos causados por la desidia gubernamental y las acostumbradas imperfecciones en las obras estatales, han provocado que la construcción de hogares, tanto por esfuerzo propio como por las vías del Estado, queden como el cuento de la buena pipa, que no tiene para cuando acabar.
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