LA HABANA, Cuba, 24 de septiembre 2013, David Canela/ www.cubanet.org.- El pasado domingo 22, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) prosiguió su temporada de conciertos de fin de año, que habitualmente ofrece en otoño. Para este segundo concierto, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, eligió tres obras que pertenecen a las corrientes más populares dentro de la música clásica: el barroco, el clasicismo y el romanticismo. El cubano José Antonio Méndez dirigió la filarmónica nacional.
El programa abrió con la Suite no. 1, en Do mayor, BWV 1066, de Johann Sebastian Bach. Esta obra forma parte de cuatro piezas orquestales (BWV 1066-69), que probablemente se escribieron entre 1717 y 1723, durante la estancia del compositor en Cöthen. Influida por el modelo francés, es una sucesión de danzas (courante, gavotas, forlane, minuetos, bourrées y passepieds), que alterna los tempos lentos y rápidos, de carácter solemne, y jovial.
Luego, se interpretó el Concierto no. 2, para contrabajo y orquesta, en Si menor, S13, de Giovanni Bottesini, quien fue conocido como el “Paganini del contrabajo”. Bottesini visitó La Habana en 1846, y ocupó el puesto de primer contrabajo de la orquesta del Teatro Tacón (hoy Gran Teatro de La Habana). Su primera ópera, Cristoforo Colombo, se estrenó en la capital cubana en 1847.
Su segundo concierto para contrabajo fue ideado originalmente para un acompañamiento de cuarteto de cuerdas. Se redescubrió en un archivo de Parma, en 1950, cuando fue orquestado. Por el virtuosismo que exhibe, es actualmente una de las obras favoritas para ese instrumento. En esta ocasión, actuó como solista Raúl Delgado.
Un Título de Oro
Es loable que la OSN rescate obras de compositores no muy conocidos dentro del repertorio sinfónico, y les dé oportunidad a los jóvenes, como Raúl Delgado, para progresar en su incipiente carrera musical. Este joven contrabajista es una muestra de tesón, al haber estudiado en el Instituto Superior de Arte por el curso de trabajadores, y en tres años culminar con Título de Oro.
Tras la pausa, se ofreció la Sinfonía no. 104, en Re mayor, «Londres», de Joseph Haydn. Esta obra, que fue su última para ese formato orquestal, cierra el ciclo de las doce sinfonías que escribió Haydn en la capital británica. La estrenó el propio autor, en el King’s Teatre, el 4 de mayo de 1795, con gran aceptación de público y crítica.
Me complace que la Orquesta Sinfónica Nacional haya alcanzado cierta madurez y seguridad en la interpretación de los repertorios más clásicos. Su ejecutoria lucía fluida, y hasta se puede decir que interpretaba el programa con facilidad. Eso no es poco mérito, teniendo en cuenta que la música clásica no ha logrado mucho arraigo en Cuba. Por eso, quizás la sala de conciertos estaba prácticamente vacía. Además, las condiciones de vida de los músicos, y su constante fuga hacia el exterior, son un obstáculo para que esta agrupación pueda desarrollar una maestría, que la lleve a niveles superiores de fama internacional.
En el próximo concierto, se presentarán tres obras del maestro Jorge López Marín (incluido un estreno mundial), y la Sinfonía no. 2 de Aleksandr Borodin. El propio López Marín dirigirá la Orquesta como invitado.