MIAMI, Estados Unidos. — 36 años después de la catástrofe nuclear que derivó en tragedia humana y de incalculable impacto ambiental, Chernóbil sigue siendo una zona de desastre. La invasión rusa a Ucrania, iniciada el 24 de febrero de 2022, se encargó de recordar que esa zona de exclusión sigue siendo un problema sin resolver, una bomba de tiempo que ya estalló en 1986, y que podría volver a hacerlo de un momento a otro.
El 26 de abril de 1986 una explosión arrasó con el reactor 4 de la planta nuclear de Chernóbil, ubicada en las inmediaciones de Prípiat, una ciudad cercana a la frontera con Bielorrusia declarada inhabitable tras la tragedia. La detonación liberó grandes cantidades de radiación en la atmósfera, provocando una lluvia radiactiva en toda Europa y exponiendo a millones de personas a niveles peligrosos de radiación.
El fatídico accidente de Chernóbil cobró la vida de más de 30 personas en el acto y obligó al gobierno ucraniano a evacuar a otras 135 000. Se impuso, además, una zona de exclusión en un radio de 30 kilómetros. Aun así, tendrían que pasar décadas para que Ucrania y la comunidad internacional hicieron un control de daños más efectivo.
Según informes del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1986 se han registrado miles de víctimas fatales a causa de los síntomas de la radiación. Con millones de personas expuestas a niveles peligrosos de radiación, las estimaciones de la cifra final de muertos por problemas de salud a largo plazo ascendieron a más de 200 000.
Chernóbil, objetivo ruso
La zona de exclusión de Chernóbil fue uno de los primeros objetivos de los invasores rusos. Las fuerzas de Moscú permanecieron en las instalaciones de la central nuclear hasta el 31 de marzo, cuando Putin anunció que cesaba en su empeño de tomar Kiev y pasaba a centrarse en la “liberación” de la región del Dombás, al este de Ucrania.
Durante la ocupación, soldados rusos condujeron sus vehículos blindados sin protección radiológica a través del “Bosque Rojo”, una de las zonas más afectadas por el desastre nuclear de Chernóbil.
Dos trabajadores de la central nuclear entrevistados bajo condición de anonimato por la agencia británica Reuters dijeron haber visto tanques y otros vehículos blindados rusos moviéndose a través del lugar, levantando nubes de polvo radiactivo.
Las fuentes aseguraron que los uniformados que integraban el convoy no usaron ningún equipo antirradiación, hecho que los propios trabajadores ucranianos calificaron como un “suicidio” debido al elevado nivel de radiación interna que puede generar dicho polvo.
La incursión rusa en Chernóbil y zonas adyacentes levantó alarmas a nivel internacional, obligando a organismos internacionales a tomar cartas en el asunto. Precisamente este martes el director general de la OIEA, Rafael Mariano Grossi, encabezaba una misión de expertos a la central para realizar evaluaciones radiológicas y conocer las consecuencias de la presencia rusa durante las cinco semanas de ocupación.
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