MIAMI, Estados Unidos. — Año tras año, el régimen cubano lanza su performance sobre la reedición de la Caravana de la victoria, aquel recorrido realizado por Fidel Castro y los barbudos de la Sierra que terminó en La Habana el 8 de enero de 1959.
Se trata, sin dudas, de un espectáculo montado por y para el castrismo, necesitado a estas alturas refrendar aquellos tiempos en que todavía era capaz de convocar a las calles al “pueblo enardecido”, cosa que hoy no suele ocurrir.
Este año, la prensa oficialista aborda el suceso sin demasiado aspaviento: “Ciego de Ávila evoca paso de la Caravana de la Libertad”, se lee en el Periódico Invasor; “Jóvenes espirituanos reeditarán Caravana de la Libertad”, anuncia Escambray, como si todos los años los jóvenes espirituanos no asumieran, por obligación, la reedición del deslucido performance.
“Los jóvenes necesitan interpretar la historia, y reeditar este suceso cada año demuestra el compromiso con la nación y refuerza la idea de que somos continuidad”, dijo al medio espirituano Frank Sosa Pérez, miembro del Buró Provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) que atiende la esfera educacional.
Según reconoce el propio diario Juventud Rebelde, la Caravana de la libertad de turno está compuesta casi exclusivamente por pioneros y por jóvenes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y de la Unión de Jóvenes Comunista (UJC), organizaciones que en el último año han entregado buena cantidad de militantes al llamado sueño americano.
Entonces, en esa reinterpretación constante de la historia, cabría preguntarse si la verdadera Caravana de la Libertad no es la de los cientos de miles de cubanos que desde 2021 llegan a Estados Unidos por tierra, mar y aire, hartos de los inventos y las promesas de los mandamases.
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