LA HABANA, Cuba, 9 de julio de 2013, David Canela/ www.cubanet.org.- El pasado viernes se presentó en el espacio Cine a Toda Costa, del proyecto cívico Estado de SATS, la premier cubana del documental Cantos (2013), del realizador suizo Charlie Petersmann. La coordinadora artística del proyecto, Ailer Mena, conversó con una de protagonista del filme, la bloguera independiente Lilianne Ruiz.
Este documental refleja la vida de cuatro personas, cubanos de a pie, en sus conflictos del presente, que giran en su rutina, aunque llevan el germen de la esperanza obstinada. Todo fluye sin afeites ni ademanes. Se inicia en un tono poético y nostálgico, cuando se escucha decir a un personaje: “Hoy queda, de lo que fui, tan sólo un recuerdo vano”, sentencia que refleja la devaluación de la moneda nacional y que es también una metáfora de la ruina de los cubanos. Con ese preámbulo, nos acercamos a lo que hacen y dicen los personajes (entrevistados), que se encarnan a sí mismos. Petersmann es un testigo silencioso, que los observa con ojo neutro, desnudo y antropológico. No juzga ni exagera, sólo muestra.
Vemos a un niño, que vive en un “llega y pon”, caminar por los trillos de un barrio marginal de La Habana. Aunque habita en una comunidad que se instaló de forma ilegal, asiste a la escuela. En su tiempo libre cría palomas, juega al fútbol y les vende a los vecinos barritas de chocolate artesanales. Sobre su familia, comenta que “no somos pobres, sino que… el nivel de dinero es muy bajo”.
Contemplamos a un jubilado, que gana de pensión 8 dólares al mes, deambular por las calles de Centro Habana, para vender un magro pescadito que capturó del mar, a fin de comprarle analgésicos a un amigo suyo, que está muriendo de cáncer. Procura animarlo, adquiere las medicinas, y se va a la iglesia, a rezar.
Acompañamos a Lilianne, bloguera independiente, cuando despierta y mima a su hija. Y mientras la viste para la escuela, dice haber entendido que “si no hacía algo, lo único que iba a dejar a mi hija para su vida era el mismo paisaje gris”. En su casa, conversa con amigos que han sido torturados en las cárceles.
Escuchamos a un joven de Pinar del Río que cultiva tabaco confesar que lo que más desearía en la vida es viajar. Vive en un bohío, sin agua corriente ni luz eléctrica. Y por las noches, oye a sus padres cantar tonadas guajiras.
“Me ha ido bien, para vivir en un país como éste…”
Coincido con Lilianne Ruiz. El momento más desconcertante de la película es cuando este joven tabaquero, que apenas puede ocultar su amargura, afirma: “Me ha ido bien”. Añade que le ha ido bien, para vivir en un país como éste, “porque nos tienen…, prácticamente así…, ahorca’os”.
Su frase de consuelo es un engaño complaciente, que destila conformismo. En sus palabras se adivina una esperanza existencial –ya que parece enajenada de cualquier basamento, aunque sea religioso. Su confianza puede ser una máscara, o un bálsamo que intenta aliviar la resignación, aunque tal vez venga de un brote más profundo, de una fe en la vida.
La ironía de esa afirmación recuerda el famoso lienzo de Carlos Enríquez, Campesinos felices; sólo que, en el cuadro, la esperanza de cambio estaba satirizada a través de las feas caricaturas de unos candidatos electorales, mientras que estos campesinos ya ni ven en la política un horizonte. En ellos, no sólo ha muerto la utopía, sino que está olvidada.
En Cantos, afloran también los conflictos del desarraigo y la comunicación. A causa de la visita de un tío, el niño explica, con lágrimas en los ojos: “
-Mi tío Yacer se fue para Italia para ayudar a la familia, y muchas personas lo hacen porque están cansados de vivir como viven aquí en Cuba. Pero… en Cuba se vive bien.
Y Agustín López, bloguero independiente, sonríe cuando formula una extraña paradoja, que le viene del corazón: “Temo más perder la internet, que morir.”
Al finalizar la exhibición, Lilianne Ruiz, única protagonista presente en la charla, comparó la técnica utilizada con la del “cadáver exquisito”, ya que los participantes ignoraban lo que habían aportado los otros, y sin embargo, al final había un espíritu común, una unidad de sentido. Afirmó que los “cubanos estamos conectados en las mismas frustraciones, en las mismas insatisfacciones.” Pero nos falta reconocernos.
Cantos obtuvo una Mención de honor en el Festival “Visions du Rèel”, de Suiza.