ARTEMISA, Cuba.- El continuo robo de animales y de frutos de la tierra desestimula a los campesinos de la costa norte de la provincia Artemisa, donde la población padece una seria escasez de estos productos.
Los campesinos se ven obligados a mantener sus reses, aves, puercos y caballos bajo permanente vigilancia, encerrándolos por las noches en corrales de sólida construcción y muy cercanos de sus casas.
Armando Mesa, de 67 años, quien trabajó durante casi toda la vida en su finca, ubicada en La Conchita, a unos seis kilómetros de Cabañas, por la carretera a Artemisa, asegura:
“En el último año me robaron más de 30 animales, entre puercos, vacas, una yunta de bueyes y una yegua, además de gallinas y gallos”.
Un poco más lejos de la finca de Armando, en Santo Tomás, en las estribaciones de la Sierra del Rosario, vive la pareja formada por Gregorio Spengler, de 78 años, y Felicia Echevarría, de 74, según los cuales “ya no se puede vivir allá arriba, nos roban los animales que se alejan un poco de la vivienda, incluso de día. Y por la noche, los debemos tener casi adentro de la casa”.
Otro campesino me aseguró, bajo anonimato, que en una finca de San Claudio, entre la bahía de Cabañas y la Sierra del Rosario, se han ido todos sus familiares para el pueblo, debido a lo insoportable de la situación. Me narró sobre el robo de un caballo, cuyos rastros buscaron él y su hermano sin encontrar nada en los caminos que conducen hacia la carretera, pues los ladrones habían tomado un camino abandonado hacia las lomas: “Quién se iba a imaginar siquiera que conocieran ese camino y lo prepararan para el robo”, concluye.
A un campesino octogenario que posee sus tierras en la finca Josefina, en la carretera de Cabañas a Mariel, le robaron, en una noche, todos los animales que tenía: aves, caprinos, vacas…
La carestía y poca calidad de los instrumentos de trabajo, así como la falta de tractores para preparar las tierras, atentan también contra una mayor producción y productividad agrícolas en la costa norte de Artemisa. Esta situación ha provocado que los precios de los productos agrícolas se equiparen a los de La Habana y que la oferta de frutas y vegetales sea menor en cantidad y calidad.
“Hasta cebollas y ajos que en otras partes son rastrojo (parte de la cosecha no comercializable por su poca calidad o tamaño), aquí se venden como si fueran de primera”, afirma Laura Rodríguez, vecina de Cabañas, mientras enseña una ristra con 20 cebollas pequeñas que compró en 20 pesos.
A lo anterior se suma la amenaza de desalojo para los campesinos cuyos campos de cultivos están ubicados en la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM), que incluye el territorio de referencia en este trabajo. En terrenos de su propiedad, cercanos al reparto “Silvio Caro”, al oeste de Cabañas, Noel, de 52 años, sembró cincuenta matas de aguacate que están a punto de producir. Pero le preocupa la advertencia que recientemente les hizo la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), acerca de que solo realicen siembras de ciclo corto, pues esas tierras pueden pasar a ser zona de interés para la ZEDM.
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