MADRID, España.- Claudio José Brindis de Salas, uno de los más grandes músicos cubanos del siglo XIX, aunque poco recordado en Cuba, murió en Argentina en 1911. Sobre la exactitud de la fecha las fuentes discrepan entre el 1 y el 2 de junio.
Brindis de Salas nació el 4 de agosto de 1852 en la calle Águila del municipio Habana Vieja. A pesar de los prejuicios de la época, su familia, de músicos, era reconocida en la sociedad habanera.
Influenciado por su padre, violinista de igual nombre, comenzó a estudiar este instrumento. Su talento se notó muy pronto y con solo 11 años debutó en el Liceo de La Habana. En esta actuación estuvo acompañado por los prestigiosos pianistas José Van der Gutch e Ignacio Cervantes.
En 1870 ganó una beca para estudiar en un Conservatorio de París, donde concluyó los estudios con el primer expediente.
Posteriormente llegarían presentaciones y reconocimientos en distintas partes de Europa y América Latina.
Por su talento, un periódico italiano de la época lo llamó el “Paganini negro”, en referencia a Niccolo Paganini, uno de los más importantes violinistas de la historia de la música.
También conocido como “el rey de las octavas”, Brindis de Salas fue condecorado en Prusia con la orden de la Cruz del Águila Negra y en Francia con la Legión de Honor.
La muerte de Brindis de Salas
A pesar del éxito de su carrera, Brindis de Salas murió solo y en la pobreza en Argentina en junio de 1911, víctima de la tuberculosis.
Unos días antes de su muerte, vecinos de uno de los barrios más pobres de Buenos Aires, donde había vivido sus últimos tiempos, dieron parte a las autoridades de un “negro que yacía moribundo”.
Los enfermeros lo encontraron con un corsé mugriento, un programa musical de presentaciones y un pasaporte. Gracias a estos documentos identificaron al músico, que también había gozado de prestigio en Argentina.
Tras conocerse la noticia de su muerte, cubanos residentes en Buenos Aires, con la ayuda de personalidades de la música argentina, se hicieron cargo de su funeral.
Brindis de Salas fue enterrado en una fosa común y allí permaneció hasta 1917, fecha en que el diario argentino La Razón realizó una colecta pública, para darle mejor sepultura.
En mayo de 1930, durante el gobierno de Gerardo Machado, fue repatriado a Cuba y sepultado en el panteón de la solidaridad de la música cubana el Cementerio de Colón.
Posteriormente sus restos fueron trasladados en una urna de bronce a la iglesia de San Francisco de Paula.
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