SANTIAGO, Cuba. – Este sábado debió ser para mí un día de trabajo doméstico, de lavar, limpiar, organizar la casa y compartir en familia junto a mi esposo y a mis hijos, luego de una intensa semana de trabajo. Pero vivo en un país que pensar y actuar sin hipocresía, como nos enseñó el apóstol José Martí, es un delito. Mi sábado, por tanto, se tornó verde y azul, y no me refiero al bello significado de estos colores, sino porque de esos colores estaban vestidos los oficiales que allanaron mi hogar.
La mañana comenzó con el aviso de que agentes del Ministerio del Interior (MININT) se apostaron justo en la puerta de la casa de Carlos Oliva Rivery, miembro de la dirección de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) y promotor de Cuba Decide. Este cerco policial tenía como objetivo impedir que jóvenes santiagueros nos reuniéramos para debatir las principales problemáticas que afectan a la juventud cubana. Y así se lo hizo saber el agente Adriel al coordinador de UNPACU.
“Carlos, hoy no se va a hacer nada”, porque, por desgracia, es la Seguridad del Estado cubano quien decide qué pueden hacer y qué no sus ciudadanos.
Casi al instante de recibir la llamada sobre esta nueva arbitrariedad, un oficial de la policía política tocó mi vivienda para informar que Jorge Cervantes, otro coordinador de UNPACU, debía bajar –vivo en un segundo piso- para ser detenido. Cervantes, al momento, decidió hacer un video denunciando la detención. Cinco minutos después, otro oficial, en este caso Frank -así, sin apellidos- pidió a mi esposo Carlos Amel Oliva, líder juvenil de UNPACU, que bajara porque igualmente sería detenido.
La detención no fue rápida como otras, el carro de patrulla permaneció varios minutos en la misma esquina con Amel dentro. Los oficiales, al parecer, esperaban órdenes para ejecutar una acción represiva mayor.
En menos de diez minutos estaban fuera de mi casa -donde me quedé con mis dos hijos de cinco y ocho años- muchos oficiales de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y de la Seguridad del Estado. Tocaron a la puerta de mi madre: “un registro”, dijo el que suponemos era el oficial instructor. Lo acompañaban tres oficiales más, Adriel, Jorge y Mario, además de dos aparentes testigos, que nunca antes habíamos visto.
“Y los testigos, ¿quiénes son?”, pregunté yo. “Ciudadanos revolucionarios”, contestó uno de los agentes. Cuestioné de inmediato: “otra vez”, haciendo alusión a un tercer asalto a mi vivienda.
“Mis hijos me preguntaron que hacen de nuevo policías en la casa”, les dije. La respuesta del oficial, fría y seca, fue “causa y efecto”.
En la casa de mi madre duró poco más de una hora el registro. Luego, subieron al segundo piso, donde vivimos Carlos Amel y yo. Ahí, el allanamiento duró más de seis horas. Revisaron gaveta por gaveta, sábanas, colchones, ropa interior, flores, el árbol de navidad. Registraron el baño, el cuarto de mi hijo, la cocina, la sala, la azotea, todo.
Dentro de los objetos que me ocuparon de manera totalmente arbitraria se encuentran: una impresora, un teléfono, toneles de tinta, hojas blancas, documentos impresos con información de UNPACU, de Cuba Decide, pegatinas de la campaña por la libertad de José Daniel Ferrer y todos los presos políticos, camisetas con el logo de Cuba Decide, nuestros pasaportes, documentos firmados por el Tribunal Provincial de Santiago de Cuba, alimentos y medicamentos.
Los alimentos y medicamentos ocupados, en su mayoría, pertenecían a José Daniel Ferrer. Una parte, se la han hecho llegar hermanos del exilio, otra, la hemos comprado aquí, para que su familia se la lleve a prisión. Aún con los comprobantes, se la llevaron.
Parte de la casa quedó desordenada, eran varios oficiales los que se encontraban dentro de la vivienda. Aún no he podido revisar mis pertenencias a ver que más me llevaron. Además, no entregaron acta de objetos confiscados.
En total, el MININT hoy realizó cuatro asaltos con robos a viviendas de activistas. Nueve de nuestros hermanos de lucha resultaron detenidos. Algunos no son de Santiago de Cuba y probablemente sean deportados hacia sus provincias. Mientras, Carlos Amel Oliva y Jorge Cervantes permanecen detenidos y en paraderos desconocidos.
Uno de los oficiales de la policía política que estaba al frente del allanamiento me dijo “toma mi número de teléfono para que en próximos días sepas de Amel”. Presumo que no será liberado pronto. Da igual, no pienso llamar, porque ese es el riesgo que hace años decidimos asumir, y pese a todo, continuamos asumiendo, porque estamos del lado correcto.
Somos luchadores por los derechos humanos que exigimos de manera pacífica un cambio de sistema en Cuba. Buscamos, entre otras muchas cosas, que la policía no te persiga por pensar diferente, sino que te proteja.
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