LA HABANA, Cuba, 9 de agosto (Manuel Guerra Pérez, 173.203.82.38) – La compra de los uniformes escolares para el curso que se avecina se ha vuelto, más que un reto, toda una pesadilla en Cuba.
Las trabas que imponen el Ministerio de Comercio Interior y el de Educación hacen mucho más complicada la situación. Los uniformes, obligatorios en el sistema de educación cubano, solo se otorgan uno por cada curso escolar. Entre preescolar y el 12mo. grado cada alumno ha recibido unas 13 piezas, que deben cuidarse con esmero y que, a su vez, se hacen cada vez más difíciles de adquirir.
Para obtener la necesaria vestimenta ahora los familiares –y hasta muchos de los escolares- tienen que pasar noches enteras esperando afuera de las tiendas o comprar turnos por 25 pesos, que venden los improvisados “organizadores” de las colas (filas). Como si fuera poco, también hay que presentar un recibo que entrega el director de cada centro escolar con los datos del estudiante y la talla del uniforme. También hay que presentar la libreta de abastecimientos del núcleo familiar y la identificación oficial del estudiante.
La mayoría de las tallas no coinciden con los patrones regulares del mercado, pero los alumnos tienen que llevarse las piezas de acuerdo con el tamaño que escribió el director en la boleta, aunque no les sirvan. No se pueden hacer cambios.
Los precios estatales son módicos –desde dos pesos por una blusa de primaria hasta nueve pesos por un pantalón de preuniversitario- pero la escasez de los uniformes y la burocracia que aparentemente intenta “solucionar” el problema han disparado los precios en el mercado negro. A través de la tan necesaria bolsa negra cada pieza cuesta 50 pesos (unos 2 dólares), aunque muchos padres alegan que actualmente los uniformes no se pueden conseguir ni de contrabando.
La policía custodia las tiendas donde se venden las ropas escolares porque los altercados entre padres desesperados por vestir a sus hijos con la obligatoria prenda son cada vez más violentos. En varias ocasiones los familiares no han tenido reparos en mostrar su malestar contra el régimen, que ahora pone otra carga pesada sobre los agobiados hombros de los cubanos.