MIAMI, Florida, 8 de mayo de 2013, 173.203.82.38.- Entre atolondrado y eufórico, como hablando a ciegas para quien lo quiera escuchar, Luis Enrique Lozada Igarza se manifestó contento de este final feliz. Feliz porque -dijo a través del teléfono- parece ser que la dictadura escuchó nuestro ruego, “el de todos ustedes que se encargaron de difundir mi situación”.
Todavía sin reencontrarse con su hijo de 17 años que lo secundó en la huelga de hambre, sin pisar su vivienda del poblado de Maffo, en Contramaestre, Santiago de Cuba, este hombre cívico que lucha por la libertad de expresión accedió a hablar con Cubanet, casi sin fuerzas. La voz le fallaba; hilvanar ideas era un proceso demasiado complicado para sostener una conversación normal. Solo relataba los horrores que vio y padeció en la cárcel durante casi un mes, tiempo en el que recibió golpizas diarias, vejaciones y abandono humanitario por parte de las autoridades.
“Es aberrante lo que sucede en las cárceles”, comentó. “Hay reos en Boniato ahora mismo plantados hasta que no cesen las golpizas. ¡No sé cómo al gobierno cubano se le ocurre presentarse ante la Comisión de Derecho Humanos de las Naciones Unidas!”, dijo el activista.
Luis Enrique estuvo 29 días sin probar alimento alguno y, de éstos, varios además en huelga de sed. Pasó por las cárceles de Boniato y Aguadores hasta que su cuerpo se debilitó completamente y la dictadura decidió llevarlo al hospital; eso sí, custodiado día y noche por dos militares.
En todo este tiempo, sus correligionarios de UNPACU (Unión Patriótica de Cuba) lo apoyaron también en ayuno, hasta que finalmente el gobierno accedió a liberarlo quitándole las esposas anoche. Esta mañana, alrededor de las nueve y media, salió del hospital Saturnino Lora.
Habló por teléfono con su hijo, Enrique Lozada Águedo, y lo encontró feliz. Para hoy estaba previsto el reencuentro, aseguró.
Este opositor santiaguero no acaba de entender cómo el gobierno militar pudo ser capaz de comprometer la vida de su familia, de enviar turbas a asaltar su vivienda, destruirle el techo a la casa y hasta robarle ollas para cocinar. Es muy burdo todo, salvaje.
Desde la sede de UNPACU, en Palmarito de Cauto, sostuvo esta conversación literalmente con el alma, sin apenas fuerzas. Hubo un momento, al final, en que se resbaló y cayó al suelo. Allí lo están cuidando los mismos opositores que también se jugaron la vida en estos días.
Luis Enrique Lozada Igarza, un sencillo trabajador que decidió reclamar derechos abiertamente –por eso mismo la dictadura lo tomó como escarmiento en su provincia-, repetía constantemente una frase: “Perdió la dictadura”.
Esta vez, el gobierno de la isla alargó el pulso sobremanera. Hay antecedentes terribles de huelguistas de hambre, prisioneros de conciencia, cubanos, que murieron reivindicando los mismos derechos que pide Luis Enrique y millones de ciudadanos con él.
Finalmente cedió la dictadura, pero uno se pregunta por qué. Aunque conozcamos la respuesta.