
GUANTÁNAMO, Cuba.- En horas de la mañana del pasado sábado, una brigada de la Dirección Municipal de Servicios Comunales de Guantánamo llegó a la calle 3 Norte, entre 5 y 7 Oeste, en el Reparto Pastorita, y sin más comenzó a arrancar las plantas que por años embellecieron los canteros de ambas aceras.
De nada sirvieron las protestas de los vecinos ni las súplicas de una anciana que solicitó al jefe de la brigada que no cortaran una palma que había sido sembrada hace veinte años por su madre, ya fallecida.
Ante las quejas y súplicas surgía, impertérrita, la voz del jefe de la brigada: “Es una orden y hay que cumplirla”. Con una señal suya indicó a los obreros que comenzaran a cortar las plantas y poco tiempo después los parterres de las dos cuadras, que antes lucían cuidados jardines gracias a la atención de los vecinos, quedaron convertidos en patéticos cuadros de tierra desbrozada y raíces, últimas evidencias del verdor que por años embelleció esta zona de la ciudad. De ahora en adelante las tonalidades de las amapolas, el verde amarillo de las hojas aciculadas de las palmitas y el penetrante olor de los jazmines serán sólo recuerdos.
Deforestaciones como ésta son ejecutadas reiteradamente por brigadas de trabajadores de Comunales de Guantánamo. Ya la “furia antivegetal” se ha cebado varias veces en los árboles del parque José Martí, en la calle Paseo y en otras arterias de la ciudad.
En ocasiones ha sido tan cruel la tala que hasta algunos visitantes han mostrado su desacuerdo en el periódico local, e incluso en el periódico Granma. Pero ninguna queja parece conmover la acendrada voluntad desertificadora de los hacedores de esta política.
“¿Y ahora qué van a sembrar?”, preguntó consternado un vecino al jefe de la brigada. “No lo sé”, respondió éste. Entonces un ocurrente, de esos que nunca falta, dijo: “Seguramente moringa”. Y se elevó, unánime, la risotada.