LA HABANA, Cuba.- Si algo caracteriza a las obras de DanzAbierta, además de su fugaz presencia en cartelera, es la interesante puesta en escena concebida por su directora, la coreógrafa y bailarina Susana Pous. El pasado fin de semana ―con excepción del viernes 9― la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana abrió al público para la premier de “Welcome”, una obra en la que confluyen la danza, el teatro y las artes visuales.
El prestigio ganado por la compañía tras estrenos precedentes como “Malson”, “Showroom” y “Trade Winds”, fue consolidado por el atrevido planteamiento escénico de “Welcome”, que maridó la creatividad de la artista visual Mabel Poblet y la música del jazzista Aldo López-Gavilán con la recreación, a través del lenguaje corporal, de una Cuba imaginaria.
Palmeras artificiales y un simulacro de noche estrellada aportaron el necesario contexto para una narración en la que se solazaban, sutilmente, problemáticas de género, el antológico machismo caribeño y la omnipresencia del sexo, ingrediente obligado en cualquier imaginería tropical. En este segmento de la obra transcurrió una escena maravillosa, pautada por la originalidad de la coreografía entre dos amantes que se mantienen unidos en un beso, mientras fuerzas externas ―encarnadas por el resto de los bailarines― intentan alterar su comunión.
La aparición del mar y su contrastante influencia en la vida de los cubanos, fue hábilmente representada con un desplazamiento escénico que indicó el cruce a la otra orilla, el mirar atrás, la añoranza y la resignación. La Isla imaginada fue frenéticamente movida a todos los puntos del escenario, aludiendo quizás a la condición de ser cubano, o lo que es igual: un ser obligado a echar raíces en cualquier lugar lejos de su tierra.
Otro de los compases afortunados de la obra fue la dualidad mujer-isla encarnada por una de las bailarinas. “La Bella Cubana”, de José White, acompaña musicalmente los desesperados intentos de la protagonista por librarse del hostigamiento de tres hombres que pudieran representar la fuerza del conquistador o la violencia masculina en su proyección cotidiana. Isla y mujer evocan una fragilidad construida geográfica, histórica, social y culturalmente. La violencia con que la joven es vapuleada y manipulada a placer, pasando de un “dueño” a otro para luego aparentar que sigue erguida, apuntala una lectura irónica de lo que ha sido Cuba como nación.
La obra queda definitivamente conceptualizada en sus dos últimos cuadros. El cierre inicia con un sonoro “¡Welcome!” gritado por los protagonistas, que más parece un reclamo de auxilio que una bienvenida. Al compás de un mozambique de Pello el Afrokán nace una era de júbilo e ilusiones, súbitamente coartada por el acoso, la ofuscación, el estrangulamiento y, finalmente, el silencio.
Si algo se echó de menos en este estreno de DanzAbierta fue, precisamente, la danza. Predominó la actuación, una tendencia que parece imponerse, sobre todo, en el ámbito de la danza contemporánea. Queda claro que sus presupuestos son diferentes a los del ballet clásico, el folclor, el baile popular o el callejero; pero sigue siendo danza y el público espera ver de esta expresión algo más que el simple movimiento en escena.
Aunque resulte interesante el traspaso de fronteras para unir varias disciplinas artísticas, a veces los límites se borran y es difícil percibir excesos dentro del proceso creativo. En medio de la contaminación transdisciplinaria que parece ser carta obligada para clasificar entre los “artistas de vanguardia”, es bueno no perder de vista la idea esencial. La danza, contemporánea o abierta, es un arte autónomo que ha de defender su propia naturaleza.