LA HABANA, Cuba – “Una plaga de comején devora mi casa. Acabó con marcos, puertas, ventanas, parte de paredes. No tenemos cómo combatir al comején. Nos pondrá a la intemperie. Ocurre igual a otros vecinos. Comenzó hace más de año por un enjambre en un poste de electricidad. Avisamos a la Empresa Eléctrica, pero jamás se ocuparon. El comején destruyó el poste, que peligra caer. La plaga pasó a nuestras casas. Tratamos de combatirla con petróleo y permetrina, en vano. ¡No sabemos qué hacer!”, explica Horacio Marrero Viciedo, de 44 años, residente en Bajurayabo, barrio de Guanabo, Habana del Este.
El Ministerio de Salud Pública intenta controlar el dengue y el cólera, graves enfermedades que resurgen esporádicamente. Realiza fumigaciones en viviendas, escuelas, centros de trabajos y edificios públicos, pero hay insatisfacciones. Hay fumigadores que emplean dosis menor del veneno, que resta eficacia, para obtener un suplemento salarial con la venta ilícita del hurto.
Ramona “La Niña” Muñiz Hernández, de 79 años, vecina de la barriada próxima a Tarará, municipio La Habana del Este, comenta: “Tuve que cambiar marcos, puertas, ventanas destruidos por el comején. No venden insecticida ni nacional ni extranjero. “Lomaté”, buen spray de producción nacional, está desaparecido. Vivir en un país tropical con tantos insectos, ácaros y pulgas y garrapatas en animales callejeros, sin poder combatirlos, es gran riesgo para la salud”.
Ratones, vectores de la mortal leptospirosis, se reproducen en micro-vertederos en cualquier parte de la ciudad o del campo por falta de recogida sistemática de la basura y porque no tampoco hay raticidas. El gobierno alega no disponer de suficientes camiones colectores o estos presentan roturas frecuentes. Tampoco hay suficientes empleados en la “lucha anti vectorial”. Emplean algunos presos comunes que cumplen trabajo correccional en limpieza de calles.
El comienzo de cada nuevo curso escolar en septiembre pone en tensión a familias con hijos escolares, en particular los más pequeños, por los piojos que se alojan en la cabeza y producen mucho escozor. Se requiere combatirlos con medidas extremas de higiene y lavado de cabello, cambio constante de vestuario, sábanas, toallas e implementos de uso personal. Pero hasta la Tintura de Añil Cimarrón y la Loción Anti Piojos, productos farmacéuticos naturales y tradicionales contra la pediculosis, rara vez están a la venta.
En el caso de los animales, por otro lado, un pequeño jabón anti-pulgas para perros es demasiado caro y solo se halla a la venta en moneda fuerte (CUC, equivalente al dólar), en unos pocos establecimientos estatales, donde no siempre lo hay.
Contrasta frente a la extrema escasez de productos para la higiene que la Empresa Forestal Integral de Pinar del Río tenga sus almacenes abarrotados con toneladas de colofonia y aceite de trementina para la exportación, pero sin venta por falta de gestión comercial. El precio de la tonelada está en 800 dólares. Colofonia y trementina, obtenidos de resina de pinos autóctonos, tienen mucha demanda por sus múltiples usos en la fabricación de desinfectantes, desengrasantes, jabones, cosméticos, pinturas, barnices, diluentes, fósforos, papel, neumáticos, entre otros.
¿Por qué en las actuales emergencias epidemiológicas no destinan algunas toneladas de trementina para satisfacer necesidades inmediatas de sanidad?
Personas que sobrepasan el medio siglo de vida recuerdan el agradable olor del Pinaroma, un desinfectante popular para la limpieza a base de resina de pino. También se recuerda el fuerte pero grato olor de la Creolina, otro eficaz desinfectante popular y barato.
Cuba posee importantes bosques de pino autóctono al oriente y occidente. No hay razón para que no haya desinfectante. ¿Quién responde por la carencia de insecticidas, que ponen en riesgo la salud humana y animal?