CAMAJUANÍ, Cuba.- Ayer, 1 de abril, mi casa, situada en la calle Egido #8, entre Dagoberto Cubela y Campo, en Camajuaní, municipio de Villa Clara, fue víctima de actos vandálicos instruidos por la policía política. En la casa vivimos cinco personas: una anciana de 80 años; una mujer, mi señora, de 56 años; dos hijos jóvenes, de 30 y 23 años, y yo, “un gusano”, como quieren llamarme por decir lo que pienso.
No tengo enemigos, salvo los que me asignan los que nos reprimen, y no hago otra cosa que criticar con seriedad los males que aquejan a nuestra sociedad por las erróneas decisiones que se han tomado en nuestra Patria por más de medio siglo.
Nunca actúo al estilo de los humoristas de moda, que se ríen de nuestros males y viven en un eterno choteo. Yo, en cambio, siento orgullo de decir con seriedad lo que pienso y no tener la rémora de la hipocresía pegada a mi alma.
Mientras, Raúl Castro alienta a la inversión extranjera en esta Isla, donde el inversor tendría que arrancar el marabú, traer la vaca y crear toda la infraestructura para poder comernos un quesito crema, a los que criticamos esa desfachatez se nos aplica la máxima del terror: pintorretear nuestras viviendas y arrojar sustancias tóxicas y malolientes en el interior.