LA HABANA, Cuba.- Una rara sensación de incertidumbre ante un cambio inminente de moneda comienza a sentirse en algunos barrios de La Habana. CubaNet indagó sobre este tema, que integra una lista de medidas anunciadas por el presidente cubano Raúl Castro, en su “actualización del modelo socialista”.
Se constató con personas relacionadas con el cuentapropismo, donde circula mayor cantidad de efectivo por actividades relacionadas con el comercio, y también a trabajadores del estado, insolventes al depender de un salario de veinte dólares como promedio, que subsisten mayoritariamente de las remesas que reciben de familiares en el exterior, o del “invento”, una especie de vasija donde caben todas las maniobras y triquiñuelas para sobrevivir.
“El bate”, mecánico de fosforeras de Jaimanitas, cree que el cambio de moneda está previsto, pero que no puede anunciarse porque provocaría un caos. “Los guajiros correrán a las tiendas a comprar y las vaciarían enseguida. Una vez fui testigo de ese miedo, cuando se corrió un rumor en Artemisa de que cambiarían la moneda al día siguiente. Llegaron en camiones a comprar como locos: refrigeradores, televisores, DVD, y un ‘seremillar’ de cosas más, asustados por perder su dinero”.
En la circunscripción La Ceiba, de la avenida 51, el dueño de un “paladar” con cierto éxito dice que ha sacado cuentas y decidió bajar su perfil a pizzas y emparedados. “Con la escasez de productos debido al discurso de Raúl sobre los precios, lo único que han conseguido es que los precios suban más y la moneda se infle, ahí está el detalle”, considera.
Y añade: “¿Con estos truenos quien duerme? No puedo matarme trabajando y acumular, con este futuro incierto por delante. Buscarme la crítica del cliente por vender más caro, para poder sacar la ganancia, acumular un billete que tal vez a la mañana siguiente no valga un centavo”.
En el reparto Flores una vendedora de baratijas reconoce que “Cuba es un rompecabezas, tienes que ir tanteando las piezas y buscar dónde encajan, a ver si puedes armar el día. Si mañana cambian la moneda es como si te pusieran un nuevo rompecabezas delante, a comenzar otra vez la faena de construir el día, esa es la vida del pobre que llevamos”.
Toño es un borrachín muy activo que se busca la vida botando basura y haciendo mandados. Maneja un carricoche donde lo mismo transporta cubos de sancocho para puercos que sacos de arroz para el congrí de las cafeterías particulares. Dice que a él lo que le interesa es que le paguen, con la moneda que sea, la que haya ese día.
“Total, si tendré que correr a gastarla inmediatamente. Jamás llegaré a tener una relación personal con ella”, se queja Toño.
Para Baldo, de setenta y dos años y vecino de Romerillo, el problema que menos le afecta en la vida es un cambio de moneda. “Eso a mí no me da ni frío ni calor, porque lo que hagan me cogerá sin un centavo y comenzaré de cero, allá los que tengan dinero guardado, eso sí deben tener recelo por un invento repentino del gobierno. ¿Quién sabe qué carta se estén guardando bajo la manga?”.
Tamayo es limpiabotas en el parque de Jaimanitas. Laboraba como ejecutor de obras militares y participó en varias misiones internacionalistas, primero de combatiente y luego constructor civil de las FAR. Está completamente de acuerdo con Raúl cuando le dijo a Marino Murillo: “¡Estoy hay que pararlo ya!”.
Sin embargo, se pregunta: “¿Pararlo, sí, pero cómo? Yo, por si las moscas, al otro día de escucharlo fui y cambié en pesos cubanos unos dolaritos que tenía guardados. Compré con la mitad en la tienda y la otra la guardé en el banco. Ahora pregúntate: ¿qué van a hacer los que tengan millones guardados?”
Tamayo cree que esos millonarios “los hay y no son pocos”, y añade: “¿El banco va a cambiárselo todo?”
Un economista retirado, residente en el barrio Náutico, solicita anonimato y expresa: “Lo que menos me gusta en la vida es hablar de economía, porque para mí hace rato que eso no existe en Cuba”.
A mucha insistencia accede a contestar sobre la inminencia de un cambio de moneda.
“El discurso de Raúl en la Asamblea Nacional, la agudización de la escasez de productos que vino después con su respectiva alza de precios, los billetes grandes emitidos el año pasado que nadie ve pero que están ahí, en los bancos, esperando, son señales inequívocas de que algo se avecina. Lo que hagan, cualquiera que sea la variante, este pueblo se adaptará y proseguirá su vía crucis inventando para sobrevivir, porque el cubano es así de testarudo, sabe que no es la moneda lo que hay que cambiar, sino a ‘la gente’, pero tampoco lo hace”.