LA HABANA, Cuba.- La música y el arte de México y Cuba han sido siempre como cuerdas de una misma guitarra y gargantas de una sola voz. Y han sido inútiles los esfuerzos del régimen cubano por corromper la tradición musical de los cubanos.
“Somos un pueblo cansado de esconder sus sentimientos”, dice Rafael Elías Bueno, un promotor musical independiente. “Puede que a veces no digamos lo que pensamos, pero ya es muy difícil ocultar lo que sentimos, y la música mexicana ya no es más esa música condenada a los viejos programas de radio”.
“Hace 10 años comenzó un resurgir de la música mexicana que en estos momentos alcanza a personas de todas las edades y condiciones sociales”, continúa el entrevistado para este reportaje.
José Javier Ceballos Saiz, el “Charro Lawteño”, cantante solista independiente de 37 años y 20 de oficio, confirma lo expresado por Rafael Elías, y asegura que “la música mexicana interpretada por Mariachis y cantantes solistas tiene hoy mucha demanda en fiestas de quinceañeras, bodas, cumpleaños, asaltos festivos y serenatas”.
“Sobre todo las Serenatas”, enfatiza, “que se han vuelto a poner de moda. Muchos de mis contratos de trabajo son para ofrecer serenatas de amor, agradecimiento o reconciliación. Ha sido difícil reencontrarnos con nuestra esencia interior, pero la bondad, la solidaridad y el amor son las raíces de nuestra identidad humana, y la música mexicana tiene mucho de todo eso. Es muy sentida”.
Sin embargo, para la política cultural del régimen cubano la promoción y difusión de la música mexicana no es una prioridad, y “está condenada a vagar por los rincones de algunos envejecidos programas de televisión, como un entretenimiento menesteroso”, según opina el programador musical Elías Bueno, quien expresa: “Los espacios televisivos y radiales solo promocionan el reguetón y la música de charanga”.
Un ejemplo de la falta de propósito del gobierno respecto a la música mexicana lo constituye la visita realizada a Cuba del grupo mariachi mexicano Los Camperos.
Según refiere José Ángel Bernal Ochoa, de 44 años, director del mariachi cubano Coloso Monterrey, “los Camperos son uno de los mariachis más famosos y aplaudidos del mundo. Yo considero que su visita a nuestro país constituyó un evento cultural trascendental; sin embargo, el Ministerio de Cultura les reservó una oscura presentación en Casa de las Américas, y el pueblo cubano ni siquiera se enteró”.
Bernal Ochoa considera oportuno aclarar que “aunque es real que existe un incremento considerable de mariachis e intérpretes de música mexicana, lo cierto es que en el interior del país siempre han existido. De hecho, la mayoría de los artistas de la capital que cultivan este género musical proceden de las provincias orientales”.
Los demonios nacionales
Las mismas dificultades que entorpecen y limitan los proyectos artísticos independientes (como todos los empeños individuales), afectan por igual a estos cultivadores de la música mexicana, quienes “no tenemos la posibilidad de ser audicionados, ni reconocidos profesionalmente porque no procedemos de escuelas de arte”, nos dice Jorge Luis Pérez Mora (charro “El mil amores”).
Pérez Mora, de 53 años y Jardinero de profesión, comenta: “Es una pena la falta de apoyo a nuestro trabajo, por parte de la política cultural del gobierno, porque muchos dirigentes municipales y administradores de centros recreativos estatales están interesados en nuestro proyecto musical”.
“La Música mexicana no solo se renueva en el gusto popular de los que la consumen, es que las nuevas generaciones de artistas jóvenes, incluyendo a los niños, se interesan cada vez más en ella”, continúa “El mil amores”.
Para el promotor musical Elías Bueno, “una muestra del creciente interés por la música tradicional mexicana entre los cubanos es la disposición de la gente a pagar por el servicio de estos artistas cifras que, para el cubano promedio constituye un gran sacrificio”.
Describe Elías que “por una actuación de una hora y media a dos horas, un mariachi, que puede tener entre 7 y 9 músicos, cobra entre 150 y 170 dólares. Y un solista, que actúa con acompañamiento musical grabado, unos 60 dólares. En realidad es poco, considerando los gastos personales que tiene que asumir el artista”.
Tales son los “gastos de vestuario, instrumentos musicales, maquillaje, transportación, alimentos y accesorios típicos”, según describieron los artistas entrevistados, quienes aseguran que “todo cuanto necesitamos para nuestro trabajo tenemos que mandarlo a traer desde el extranjero, y el costo, que depende de diversos factores, es de 150 dólares en adelante”.
“Pero conservar el patrimonio cultural, más que un negocio, es un acto de amor”, sentencia el “Charro Lawteño”, para concluir con que “la herencia que hemos recibido y que tenemos el deber de entregar a los que vendrán después siempre se trata de rescates. Y en los rescates, no te puedes fijar en lo que pierdes, sino en lo que estás salvando”.