LA HABANA, Cuba – “Muchas CADECAS de la capital tienen el equipo de aire acondicionado roto hace meses. Hay un orden de prioridad para arreglarlos y no se sabe cuántos meses más faltarán para que queden en funcionamiento. No tenemos reserva de equipos para sustituir siquiera poco a poco”.
Así contaba hace poco a este reportero una funcionaria de la Oficina Central de CADECA (Casas de cambio de moneda), quien prefirió no dar su nombre.
“Los técnicos recogen el equipo roto y los trasladan al taller central, y una vez reparado lo reintegran y colocan en su lugar de origen. El proceso es lento, cierto; trae muchas incomodidades, sobre todo para los empleados que tienen que trabajar en locales preparados para el uso de equipos de aire acondicionado, sin ventanas, locales casi herméticos, sudando la gota gorda. Optamos por reducir en dos horas el trabajo, algo que también perjudica las operaciones con dinero de la ciudadanía, que muestran su justa inconformidad. Esto llevará tiempo, ¿pero qué otra cosa podemos hacer?”, se justificaba la funcionaria.
Una de los establecimientos que confronta esa situación es el de la playa Guanabo, a 30 kilómetros al este de la capital, con la particularidad de dar servicio –irregular– a pueblos situados en un radio de 15 kilómetros.
Sin embargo, las dificultades no terminan ahí. Se dan situaciones que enervan los nervios de los potenciales clientes necesitados de cambiar en una u otra moneda. A veces quien viene a comprar divisas llega a la ventanilla le dicen, con toda la frescura del mundo, que se acabó el efectivo. Su asombro, que no deja de serlo pese a la continuidad del fenómeno, se ve coronado por la falta de billetes de una denominación mayor que cinco o diez pesos –a veces sólo tienen de a peso– y la obligación entonces de cargar con todo un mazo de papel.
¿De qué sirve protestar? Está quien se asusta de solo ver una CADECA y la extensión de la cola que debe hacer. Con resignación, pedirá el último malgastar una hora o más de su tiempo de vida hasta llegar a la ventanilla.
Guanabo tenía seis CADECAS, pero por la ocurrencia de robos hubo que concentrarlas en un local estrecho y sin ventanas, para que fuesen más seguras con todo y sistema de alarma, en la Quinta Avenida. De todas formas el pasado año intentaron robar esa única sucursal, perforando la pared desde un establecimiento al lado, por donde penetraron los astutos cacos al interior de la oficina comercial, de donde no pudieron finalmente llevarse la caja fuerte. La alarma no se activó jamás.
Da pena, por vergüenza ajena, ver las sofocaciones que pasan turistas y otros visitantes extranjeros –de esos que tienen prioridad en el sistema cubano– cuando tienen que enfrentarse a una larga cola para cambiar dinero que únicamente circula en Cuba. Incomodidad y disgusto, por cierto, nunca señalados en las guías que les proponen a Cuba como un paraíso vacacional.
“El gobierno nunca pierde, perdemos nosotros, el pueblo”, dicen muchos. Y si bien en los últimos meses se ha ido extendiendo la facilidad de comprar mercancías en una u otra monedas en algunos establecimientos comerciales, no en todos los lugares se puede. Desorganización y descontrol internos, y sus consiguientes enredos, traen un rosario de problemas al desenvolvimiento normal de la circulación monetaria y a la gente.
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