LA HABANA, Cuba. -Hay un dicho popular: Las culpas nunca caen al suelo. Esto pasa a ser una verdad irrefutable cuando se ponen en evidencia los problemas nacionales, que en su gran mayoría son causados por el propio gobierno.
En la televisión transmitieron un reportaje sobre las malas condiciones de higiene que tiene la ciudad. Se veían papeles de galleticas, pomos y un largo etcétera por todos lados. También se observaban los latones de basura desbordados, llenos de moscas y todo tipo de insectos y roedores. Los culpables, según el periodista: el pueblo de la capital, que es muy sucio y descuidado. No señaló la falta de papeleras ni de barrenderos; tampoco la escasez de latones de basura ni la insuficiente recogida de basura. Para la televisión, si no fuera porque las personas sacan su basura cuando acaba de pasar el camión, la higiene de la capital no estaría tan mal.
Después reprodujeron otro reportaje del estado sanitario de ciertas cafeterías, principalmente en el municipio Centro Habana. Algunas no tenían agua corriente, ni fregadero, ni área azulejeada donde elaborar los alimentos. El reportero aludía a los cientos de licencias se retiraron a igual número de cuentapropistas. Parece que esas personas en realidad eran descuidadas o sucias. No se pregunta cómo, si no contaban con las condiciones higiénicas, les dieron la licencia en primer lugar.
En otras noticias reportaron sobre vecinos capitalinos que han construido casas de varios pisos sin tener en cuenta la planificación física. Violaron flagrantemente lo establecido: se apoderaron de parte de una acera, y los transeúntes deben caminar por la calle. Tal vez lo hicieron por desconocimiento o sin mala intención, pero la realidad es que cuando estaban las obras en construcción —lo que en el caso de Cuba puede significar varios años—, no vino ningún inspector a informar lo incorrecto de la ejecución o a imponer alguna multa.
En otro reportaje sobre los teléfonos públicos, se mostraban varios de estos aparatos, inservibles. A uno le robaron el manófono, a otro le hicieron un hueco, otro estaba trabado desde hace años. Aunque los equipos están en una avenida, no hubo policía ni vecino que viera el momento del vandalismo. Tampoco los que pasan periódicamente recogiendo las monedas se han dado cuenta del tiempo que llevan rotos. Si no fuera por los vecinos irresponsables, ladrones y saboteadores, sería más fácil efectuar llamadas.
La cereza del pastel fue la reseña sobre el aprovechamiento de la jornada laboral. Durante las 8 horas de trabajo, los trabajadores siempre resuelven sus problemas personales como pagar la luz, el agua, comprar algo en la tienda, solucionar asuntos de la escuela del niño, ir a la reunión de padres, conseguir entradas para el teatro. Algunos se escapan un rato para ver una película en el Festival de Cine, otros van “un momento” a la Feria de Artesanía. Los que pueden, navegan en Internet o administran sus correos personales; por suerte, muy pocos mantienen acceso a Facebook o Revolico.
Todos miran películas, series y programas musicales durante la jornada de trabajo. Por esa causa el país no produce, por la vagancia de sus ciudadanos, la falta de exigencia de cada centro de trabajo. No es que los trabajadores estén apáticos porque lo que cobran no les alcanza, no ya para vivir, sino ni siquiera para ir tirando durante una semana. No es que los que dirigen (que además también tienen los mismos problemas que los subordinados), no tengan moral para exigir una entrega con devoción por parte de los asalariados.
La culpa de todo la tiene el pueblo, que es aprovechado, sucio, vago, irresponsable, ladrón, saboteador, que desconoce todo tipo de leyes y es, además, malintencionado. Insisto: no es la mala gestión del gobierno, la falta de recursos para arreglar las calles, el otorgamiento de licencias sin respaldo sanitario, la ausencia de inspectores y de vigilantes que se dediquen a detectar con honradez lo mal hecho para reparar las malas conductas a tiempo. Tampoco los salarios miserables que impiden que los trabajadores se sientan identificados con su trabajo.
La culpa de todo no es del gobierno. La culpa de todo la tiene el cubano.