LA HABANA, Cuba.- Con la muestra Anclados en el territorio Galería Continua hacia su entrada triunfal en la isla el pasado noviembre de 2015. En ella, privilegiados artistas cubanos, en su mayoría jóvenes, intervinieron la arquitectura del cine Águila de Oro, ubicado en el Barrio Chino de La Habana, edificio que acogía la cuarta sede de esta afamada institución.
Durante un buen periodo, el espacio, que mantuvo las creaciones de estos primeros expositores fue incorporando paulatinamente otras obras de autores italianos, francófonos y chinos. Al unísono desarrollaron talleres, perfomances, conferencias de artistas, curadores y críticos, intervenciones públicas, etc. que en algunos momentos transgredían los muros de “su nuevo inmueble”.
Tras un breve descanso con reparaciones incluidas, Arte Continua volvió a abrirse. Ahora con un programa que pedía prestado el edificio de la Unión Internacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC), el Gran Teatro de La Habana, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, el Museo Nacional de Bellas Artes y la propia Águila de Oro.
En la UNAICC, con la exhibición Nido sin Árbol una docena de artistas de la isla rindió tributo al fallecido arquitecto Francisco Bedoya, quien legara una importante serie de dibujos titulada La Habana desaparecida (1982-2002), expuesta en esta oportunidad, en la que reconstruía, un grupo de espacios arquitectónicos de naturaleza colonial que en algunos casos no solo habían dejado de existir, sino que ni tan siquiera “se tenía referencia visual, solo algunos planos y documentos escritos de carácter descriptivo”.
Y mientras el 24 de Noviembre, una jornada después de Nido sin Árbol, en el Gran Teatro de La Habana se inauguraba solo para acreditados, el 3ºRebirth Forum Geografías de la Transformación; en la tarde de ese mismo día, el openning del centro Lam mostrada unas breves piezas —si se piensa en lo que luego haría Pistoletto en el Bellas Artes— de Jannis Kounellis.
Una de ellas, compuesta por exagerados caballetes elaborados con vigas y planchas de acero que sustentaban a manera de libreros algunos ejemplares de uso, recordaba quizás el proceso creativo del artista, envuelto siempre en una nebulosa de asociaciones y referencias póstumas.
Michelangelo Pistoletto llegaría veinticuatro horas después al edificio de Arte Universal, con su fascinante Venus de los trapos y sus numerosas escenas con espejos.
Varias salas del Museo se convirtieron en espacios multiplicados, en umbrales fragmentados, en volubles paisajes urbanos, donde el espejo como portal nos devolvía nuestros y otros reflejos en una dinámica estética dispersa y caótica.
Este programa de Arte Continua, interrumpido en su última actividad por el luto nacional establecido tras la muerte de Fidel Castro, se convierte en una iniciativa cultural emprendedora que trae experiencias plásticas a las comúnmente solo tienen acceso, las personas a las que se le permite en Cuba navegar en Internet.