CAIBARIÉN.- Se llamaba Lourdes Torres Pérez y estaba a punto de cumplir 52 años cuando fue baleada en Hialeah producto de un altercado con un vecino por motivo de un puesto de parqueo. Había emigrado a los EEUU en 2002 y era la menor de 13 hermanos.
La madre, María Esther Pérez Orta, anciana de 80 años y enferma, recibía como principal manutención las remesas en dólares que su hija periódicamente le enviaba.
Torres Pérez era de todos sus familiares la única emigrada que quedaba viva. Su padre, que se había ido de Cuba en 1980 por el puerto del Mariel, resultó igualmente masacrado ―pero en un bar― apenas siete meses después de su arribo al sur de Florida. Apaleado por una turba como consecuencia de una fortuita discusión surgida entre copas y apuestas, acabó hospitalizado por 33 días hasta su muerte en 1981.
Ahora el cadáver de Lourdes se encuentra bajo trámites legales y de medicina forense, para ser enviado a Cuba cuando sea posible. Aquí reside el resto de su familia, que aguarda los restos de la fallecida.
La ola de violencia ocasionada por la tenencia legal de armas de fuego que asola a EEUU país de un tiempo a acá, y que despierta otra de protestas ciudadanas además de reabrir la discusión en torno a ello, mantuvo fuera de sus perímetros sangrientos a este estado del sur hasta que los incidentes de un club en Tampa el pasado año, y más recientemente en una escuela de Parkland, en el condado de Broward, sumaron a la triste lista cantidades abominables de muertos que bien pudieron evitarse.