SANCTI SPIRITUS, Cuba – En pleno siglo XXI los caballos constituyen el principal medio de transportación de personal y de carga en muchas ciudades cubanas. La ciudad de Sancti Spíritus, al centro de la isla, es un ejemplo palpable. Aquí los equinos tienen un valor incalculable.
Ante la imposibilidad del Estado garantizar un eficiente servicio de transportación, los particulares con caballos que tiran carretones ganan más espacio cada día. Los cocheros son prácticamente los que mueven la ciudad.
A pesar de la gran cantidad de carretones, tener uno o fabricarlo no es cosa fácil, al menos en la villa espirituana. Estos carruajes son elaborados en talleres privados, mal equipados, donde el ingenio y la innovación se dan la mano.
Alberto Rodríguez tiene un taller en la zona del Camino de las Cañas en el reparto Colón. Con un equipo de soldar y unas pocas varillas, hace milagros.
Cuenta que en los últimos años ha aumentado la demanda de carretones, y que también su precio se disparó. Uno bueno se adquiere a partir de 15 mil pesos (unos 600 dólares) y pueden costar hasta el doble.
“Hacer un carretón no es algo sencillo, no hay con qué trabajar ni materia prima. Ya no se encuentran tubos, ni vigas angulares, ni una plancha de hierro; incluso la madera se dificulta”, agrega Rodríguez.
La materia prima que se utiliza para hacer los carretones se obtiene en el mercado negro. Proviene de rastros (patios de chatarra) de centros estatales. Los centros recaudadores de materia prima han estimulado a que particulares y estatales no dejen tirado ningún pedazo de metal, aunque parezca inservible.
Según Osiel Tejeiro, uno de los “carretoneros”, los cubanos siempre se las arreglan para buscar lo que se necesita. Los rodamientos son hechos por torneros tanto particulares como estatales, estos últimos “por la izquierda”.
Los centros de los rodamientos son a la medida de las llantas de autos, la mayoría de origen ruso, para acoplarles las llantas y neumáticos que por ahora se consiguen de uso, pero con relativa facilidad, agrega Tejeiro.
Existen disímiles “modelos”: los que se dedican cargar solo tienen techo donde va sentado el conductor y no poseen asientos, como sí los tienen los que se dedican al transporte de personas.
Luis Sánchez, un “carretonero” de carga, contó que el trabajo no es muy duro y los viajes se encuentran con relativa facilidad. Puede cobrar entre cincuenta y cien pesos (de dos a cuatro dólares) por un alquiler, dependiendo de la carga y la distancia.
“Los impuestos a pagar por la patente también fueron subidos por el Estado; ahora pagamos 100 pesos de patente, 87.50 para la seguridad social, que es obligatoria, 30 pesos de piquera mensualmente más el 10% de nuestros ingresos brutos mensuales y el fisco anual”, acotó Sánchez.
“La comida y el cuidado de los animales es algo bien difícil también. No les podemos perder un ojo de encima a los caballos, te los roban en un abrir y cerrar de ojos. Por las noches tienen que dormir en corraletas bien cerradas con candados. Si te descuidas y te los llevan y caen en manos de los matarifes furtivos, ya no los volverás a ver”, refirió un cochero que prefirió no revelar su nombre.
La alimentación de los equinos es otra odisea. La miel de purga (derivado de la caña de azúcar) sólo se consigue en el mercado negro, porque el Estado no la comercializa. “Está carísima y no la encuentras con facilidad; a la harina de maíz, fuera de cosecha se le duplica el precio”, expresó Alexis Monteagudo, propietario de un carretón.
Berta de la Caridad Zubiaurre cuenta que, gracias a los carretones, pudo realizar la mudanza de su hija, porque los camiones particulares cobran “un ojo de la cara” por trasladar cualquier cosa, por muy pequeña que sea la distancia.
A 500 años de fundada la villa espirituana, los medios de transporte con tracción animal continúan siendo una opción insuperable, al igual que en los inicios de la ciudad.
(Aimara Peña González)