GRANMA, Cuba.- La escasez de materiales de construcción afecta actualmente casi toda la zona oriental. En los establecimientos estatales de Bayamo, destinados a la venta “liberada” y por subsidios, el panorama es deprimente, mientras en sus alrededores un floreciente mercado ilegal prospera, encareciendo los productos y generando descontento en la población.
Aun sin entrar a los puntos de venta se detecta la ausencia de productos, por la pizarra informativa que les da la “malvenida”, mostrando los elevados precios de los casi nulos productos ofertados. Una vez dentro, patios vacíos, estantería y almacenes ociosos ofrecen un espectáculo desolador.
Según el Breve Balance de las Violaciones a los Derechos Humanos en Cuba 2016, el Gobierno cubano viola los derechos sociales, citados y ratificados por Cuba en las convenciones de Naciones Unidas (y la propia Constitución de la República), al no garantizar vivienda adecuada a sus ciudadanos, ni satisfacer la demanda de materiales de la construcción, dejando en la indefensión a gran parte de la población más vulnerable.
La caída en la importación, ha obligado al Gobierno a recurrir a alternativas nacionales de fabricación y redistribución de materiales de construcción, para satisfacer la demanda popular. Pese a su voluntad política, la escasez y las necesidades aumentan.
Otros factores agravan la crisis actual. Destacando la interminable cadena de corrupción, que incluye algunos funcionarios que desvían los recursos de que disponen, priorizan ilegalidades, justifican contratos fantasmas, manipulan vales de ventas y precios en las facturas y las más disímiles artimañas para burlar cualquier fiscalización, acostumbradamente superficial.
Según indicadores económicos locales, en la Ciudad de Bayamo, el índice de habitabilidad es de 3,9 habitantes por vivienda. Más del 47% de ellas han sido catalogadas entre regulares y malas, por lo que el mantenimiento y conservación del fondo habitacional demanda atención priorizada, incluyendo la disponibilidad de materiales de construcción.
Actualmente el proceso inversionista para impulsar la rehabilitación de viviendas, no avanza acorde a las exigencias, ni a las necesidades propias del desarrollo del territorio, arrastrándose año tras año, sin un adecuado y sistemático accionar de los implicados en su ejecución y control, tendiendo al decrecimiento e incidiendo negativamente en la venta de dichos materiales.
Un custodio del punto de venta de materiales “El Bosque” informó a CubaNet que “el último trimestre (de 2016) casi no vendimos nada por desabastecimiento, porque la prioridad era la zona de Guantánamo y Holguín (afectada por el huracán Matthew). Este año todavía no tenemos nada en oferta y la pizarra tiene los precios desactualizados”.
Y aclara: “Ahora es que los inversionistas están haciendo contrataciones, a ver si por lo menos resuelven cemento, áridos y acero; el resto de los materiales se tratará de conseguir después, pero eso demora un poco y no tenemos ni idea de cuándo comenzaremos a vender a la población”.
Paradójicamente, en las cercanías de esos establecimientos, el mercado negro florece. Multitud de personas, la mayoría jóvenes, ofrecen todo tipo de materiales constructivos, desde cemento y áridos hasta tanques de agua, incluyendo herrajes, tuberías, cabillas, vigas o tejas de fibrocemento.
¿Cómo y dónde lo obtienen? “Tengo socios que trabajan allí, me avisan con antelación cuando van a traer y vender los materiales y ese día amanezco en la cola para poder alcanzar, invierto en lo que más falta le hace a la gente y apenas el producto se acaba, ahí es donde yo comienzo la venta”, confesó un revendedor habitual, luego de negar ser identificado, alegando: “Si no, me traban por venta ilegal y actividad económica ilícita”.
En la realidad sui géneris cubana, el Estado intenta controlar una economía de subsistencia, plagada de restricciones y carente de oportunidades para obtener un salario decoroso, lo que inclina a muchos a corromperse y violar la ley para sobrevivir.
Otro joven revendedor, que no quiso revelar su nombre, explica: “Este negocio es más complicado de lo que parece”, dice mientras enumera con los dedos: “Primero tienes que pagar por el aviso y la información, luego amanecer en la cola o comprar un turno, pagar a sobreprecio para comprar bastante y sin papeles de subsidio, luego pagar transporte y donde guardar el material y después salir a ver quién te lo compra… todo eso a riesgo de perder… eso hace que los precios se disparen”.
Como resultado, la modalidad de construcción por esfuerzo propio se convierte en esfuerzo colosal, afectando a los que ansían mejorar sus viviendas con limitados recursos económicos y deben pagar por encima de los ya elevados precios estatales, y que no pueden darse el lujo de sobornar los funcionarios y empleados, que aunque realizan sus operaciones fraudulentas a la vista y conocimiento público, continúan ocupando indefinidamente sus puestos, al parecer inmunes a enfrentar cargos por corrupción.