HOLGUÍN, Cuba.- Los habitantes de Cacocum, municipio holguinero a 17 kilómetros al suroeste de la capital provincial, se han montado en la máquina del tiempo.
En pleno siglo 21, y ante la rotura por el uso y el paso de los años, de todos los equipos eléctricos de cocción adquiridos, la mayoría de las personas que viven en el lugar han vuelto a utilizar la leña para encender su cocina.
En ese caso está Erminia Consuegra, de 61 años, quién desde hace tres meses tiró en un rincón, cual objeto museable, la cocina y la olla de presión eléctricas.
“Desde septiembre del año pasado voy semanalmente al taller de reparaciones y no me han arreglado los equipos porque no hay piezas de repuesto”, dice la señora a quien se le rompió primero la llamada olla reina y después la resistencia de la hornilla.
Para cocinar, su esposo inventó un fogón de leña y “con eso estamos resolviendo”, comentó.
Confiesa que le gusta el arte culinario, pero ahora la cocina se ha vuelto un infierno pues, por un lado, la lentitud de la cocción con leña obliga a Erminia a estar mucho tiempo frente al fogón recibiendo el exceso de calor y, por el otro, después de utilizar las ollas, y para que queden limpias por fuera, tiene que fregarlas con tierra para quitarle el tizne propio del humo de la madera.
“Mira como tengo las uñas con restos de hollín”, comenta Erminia, a quien el olor a humo también se le ha impregnado en la ropa.
En el taller de reparaciones, Mariano, trabajador de la unidad básica de servicios técnicos y personales del hogar, informó que desde hace meses el almacén del taller carece de piezas de repuestos para los módulos de cocción, y culpó de esta situación a la unidad básica de servicios técnicos y personales del municipio, que ha incumplido con los compromisos de entrega de los suministros.
“El mes pasado recibimos un 30 % de las piezas que solicitamos”, añadió el trabajador.
Pero la mayoría de las piezas recepcionadas no fueron utilizadas directamente en el taller, sino que se desviaron hacia el mercado informal donde alcanzan precios exuberantes, aseguró Carmen, un ama de casa.
Por las calles de Cacocum es normal escuchar a vendedores callejeros ofreciendo válvulas de ollas, así como resistencia y cables de hornilla sin que las autoridades hayan tomado cartas en el asunto para evitarlo.
Algunos de estos repuestos han llegado a costar más de 200 pesos en moneda nacional.
“Los revendedores pregonan libremente estas piezas que solo los más pudientes pueden comprar”, señaló Agustín, un barbero.
La carencia no solo afecta a los medios de cocción, también hay déficit de las partes y piezas para el arreglo de refrigeradores.
Entre las más buscadas están las puertas, las máquinas y la parrilla de atrás del refrigerador que hace ocho meses no entran al taller, detalló Mariano.
Sin embargo, estos componentes también se pueden adquirir en el mercado ilícito a precios prohibitivos.
En el año 2005, como parte de la denominada revolución energética, el gobierno cubano vendió a la población medios de cocción eléctricos adquiridos en China que sustituían las improvisadas cocinas de petróleo.
Con esta medida se redujo en las bodegas la venta de la popularmente conocida “luz brillante”, que se distribuía a través de la libreta de racionamiento.
Ante el déficit permanente de las piezas de repuesto de las primeras cocinas eléctricas vendidas, el gobierno inició la comercializacion de las cocinas por inducción.
Holguín, en el mes de octubre, fue una de las primeras provincias seleccionadas para esta venta.
Según datos ofrecidos por las autoridades, en el territorio se vendieron 23 800 módulos, una cifra insuficiente que provocó insatisfacciones en la población por las largas colas para adquirir el demandado producto que solo pudo comprar una minoría.
Aunque no se ha anunciado oficialmente, ya la población comenta que no se volverán a comercializar las piezas de repuesto de las primeras cocinas eléctricas vendidas hace diez años.
“Estas cocinas están tiradas en un rincón”, lamentó Eugenia, una jubilada del sector de la salud quien ha perdido la esperanza de volver a cocinar utilizando la corriente eléctrica.