LA HABANA, Cuba.- La adquisición de los uniformes escolares para estudiantes primarios y secundarios es una tarea que realizan padres y familiares durante el período de vacaciones con gran empeño.
En Cuba adquirir dicha vestimenta reviste características poco comunes, a pesar de ser una tarea bien simple.
A mediados del mes pasado se inició la venta de ropa para las enseñanzas preuniversitaria y politécnica. Fui para asesorarme bien a la tienda correspondiente, según la orientación dada en la escuela. El sitio, llamado “La Gloria”, se ubica en la esquina de las calles La Rosa y Ermita, en el municipio Plaza de la Revolución, cercano a mi domicilio.
Los requisitos solicitados para obtener el producto, según aviso existente allí, eran: el cupón que emite la secretaría de la escuela donde se termina el curso, el nombre completo del alumno y el color del pantalón o saya del uniforme a comprar. Hay que presentar además la tarjeta de identificación del menor y el carné de identidad del mayor que compra. Estos datos se anotan y comprueban con otros registros que ellos poseen, para verificar la autenticidad de la boleta.
La empleomanía de este establecimiento se compone de tres personas, pero la atención al cliente la realiza una sola mujer, quien hace todos los trámites previos y despacha la mercancía. Si calculamos que cada cliente demora un promedio de 10 minutos, ¿cuánto tiempo deben estar los usuarios en el lugar, si casi siempre se reúnen alrededor de 20 o 30 compradores?
Encontré en los cristales exteriores otros carteles. Uno aclaraba que la venta de los uniformes para politécnico —exactamente el que yo buscaba— estaba suspendida “hasta nuevo aviso”. Al siguiente día me enteré, por algunos vecinos, que la comercialización había comenzado sin previo anuncio, lo cual contradecía el letrero de la tarde anterior. La explicación fue que la mercancía entró, se contabilizó y se puso en venta al momento.
Existían también otras informaciones pegadas a la vidriera, y dos de ellas eran significativas. La primera decía dónde se encontraban los talleres de atelier, a los cuales se podían llevar las prendas para arreglarlas en caso necesario. El segundo contenía el listado de precios para las reparaciones según el tipo de arreglo que hubiese que efectuar.
Si tenemos en cuenta que el mencionado uniforme cuesta 13,80 pesos en moneda nacional y el arreglo completo llega a 23 pesos, es fácil deducir que la modificación será más costosa que la mercancía. Además, se da a entender de antemano la posibilidad de efectuar una adecuación. Dicho en buen cubano, “ponen el parche antes que salga el grano”.
La explicación es que algunas tallas de ropa, según la demanda que haya, escasean y se agotan más rápido, pues parece no existir un buen estudio entre producción, talleres de confecciones, y el comercio para ofertarlas a quienes deben usarla.
Remataba una advertencia: “No se efectúan cambios ni devoluciones”. O sea, el comprador tiene todas la de perder.
Fui a marcar en la consabida cola al siguiente día a las 7:00 a.m., pues abrían a las 9:00, para así alcanzar un buen lugar para obtener el uniforme adecuado. Durante la espera en el sitio, entablé conversación con dos personas que se hallaban en la misma situación. Ambos me afirmaron que el año anterior, para resolver, tuvieron que agenciarse de amistades en la provincia Granma para cambiar los uniformes comprados, porque era allí donde existían las tallas que necesitaban sus respectivos hijos.
Un señor residente en el municipio de Regla se encontraba presente para adquirir la ropa deseada, pues era el punto que tenía asignado para la compra, producto que la escuela a la que asiste su hijo se encuentra en el municipio Plaza y por reglamento le corresponde este lugar para la adquisición. Las molestias del traslado para la compra de la vestimenta las pone el cliente.
Esta pequeña tienda, la cual solo comercializa en este tiempo los uniformes, cuenta con un custodio nocturno para velar por la mercancía en existencia, ya que aquí se han producido robos en otras ocasiones. Para entender mejor el porqué de esta medida es bueno aclarar que un uniforme vendido de manera clandestina puede costar hasta cien pesos.
El tema puede extenderse con muchas más anécdotas sobre las absurdas situaciones a las que se enfrenta la población para adquirir los uniformes, y que forman parte de la vida cotidiana de cualquier cubano.
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