SANTIAGO DE CHILE.- Nacido hace varios años y crecido cada dos en alternas ciudades latinoamericanas, el mozalbete LAVITS mantiene como norma ética preparar con herramientas virtuales a académicos, activistas sociales y periodistas defensores de los derechos humanos ―y por concatenación a gente común mediándole información oportuna―, en los modos de conocer mejor ―denunciar― las continuas violaciones perpetradas por transnacionales y regímenes hipócritas del orbe de las privacidades individuales, en las que todos estamos prescritos cada vez que remontamos las modernas carreteras comunicológicas.
En la Universidad Pública de Chile, la Facultad de Periodismo, Cine Radio y TV prestó sus áreas grafiadas de imaginería marxistoide ―obra de jóvenes “di-soñadores” y militantes confesos que conviven en sano ejercicio democrático con cualquier otra tendencia― para la realización del evento.
Por primera vez Cuba ―que asoma no obstante su ausencia de estas citas en el logotipo del evento con ojo de Gran Hermano, más por geopolítica del diseño que coincidencia solidaria, y que resulta, amén de sobreentenderse, un país impenetrable donde averiguaciones homólogas terminarían fulminadas antes de encubarse― fue invitada para observar las experiencias de sus parientes cercanos a la vanguardia en esas indagaciones, la interacción y ponencia de los temas candentes y comunes suscritos mayoritariamente por Brasil, Chile, Argentina, Méjico y Colombia.
La discutible efectividad y prosecución de las demandas derivadas contra los gigantones de la info-global ―y por ende dueños de los medios (dígase gobiernos o empresas distribuidoras del servicio conectivo) ―, por parte de clientes, usuarios preocupados o molestos ante la continuada intromisión en sus armarios, quedó plasmada en la aquiescencia de muy explícitas pesquisas.
La resistencia histórica de los estados a admitir culpabilidades o confabulaciones, más el blindaje a que se someten frente a la avalancha de protestas ciudadanas, comprueban los enclenques registros del que somos blanco perfecto, como la flagrante exposición pública de los llamados metadatos, en esta era del usuario colgado sin respiro de una red ―blindada o resarcible―, porque no se concibe otro canal para el desarrollo ni la oxigenación inmediatos.
Los caminos que conducen a la protección de las fichas personales se encuentran obstaculizados en cualquier parte, y nuestro singular archipiélago bien vale una misa en purga de sus terrenos (sobre “derechos para ¿todos?” los volátiles) minados.
Siendo ETECSA (léase PCC) el único monopolio afín al organismo de la “mono-cosa”, cabe explicarse cuán seguros se sienten los cubanos ―incluidos los que se creen invulnerables― si hasta una aplicación pirata permite acceder al informe absoluto de cada propietario de una línea. No digamos de dos. O de tres, como ya es dable poseer en la actual promiscuidad monetaria, como salvaguarda del poder más regidor, de menos resolución libre e inspección fiscales.
El control “segurmático” denominado así rimbombantemente aquí, suplanta a la vetusta colaboración obligatoria para con la policía en lo que analógicamente fue ―y que se denominó “CMT” (centro para monitorear telecomunicaciones), utilizando plantas este-germanas de ruidosos conectores y aditamentos de época para la grabación/escucha a encargos de la STASI― y que ahora se suplanta y sobrevive con siglas similares en las redes digitales apenas sin notarse. Especialmente espiando contrapartes estatales y personas dentro o fuera de aquella nube.
Saber que una cámara frontal en tu soporte celular (u otro artilugio análogo), puede activarse a distancia aún con el dispositivo apagado y grabar todo lo que a tu vera se concita, que el IMEI (código fabril) de tu aparato no se evapora nunca aunque lo entierres o lances al mar, y que ni pie ni pisada pueden descolocarte del sistema rastreador satelital por mucho que corras (en sentido contrario), o que el único modo de “desaparecerte” para quienes pretendan seguirte (si estás haciendo “algo ilegal” o eres ajustable a de los de cuentas por cobrar), es envolviendo tu artefacto con abundante papel de aluminio (por suerte o desgracia, desconocido e inusual en las cocinas patrias), pues ya no es noticia desde que sabes que hasta lo que hables o escribas puede ser registrado (aunque las leyes prohíban usarlo formalmente contra ti) pero darles pistas a tus potenciales captores de costumbres, contactos, pensamientos o regalarles documentos incriminatorios a quienes pretendan regir tu vida comercial o políticamente con solo vaciar el correos, es lo mismo que transar cabizbajo ante juez patibulario. Entonces “mapearte” será para ellos cuestión de segundos.
Si Google terminó conviniendo acuerdo con China para cederle sus secretos instrumentos y crear el monolito impenetrable al que se aspira un día poder co-armar en Cuba, o sea; la plataforma con qué conglomerar los contenidos ajenos ―más el andamiaje legal o ilegal para procesarlos― accediendo impúdicamente a lo que crees privado, no fue por filantropía del monstruo imperialista para con el gendarme universal, sino por los bastos dineros que ambos se canjearon. (No debe ignorarse, en estos tiempos de miserias conceptual y moral, que los EE.UU. hace tiempo dejaron de liderar al mundo, al menos financieramente, porque vendieron al emporio asiático hasta los restos de su santa madre, es decir: bonos de guerra).
Quizá en próximos certámenes consideren anexar algún ensayista empírico, académico, analista ―cuentapropistas cubanos― u otra persona entrenada en el tema que obsesivamente les ocupa hoy sin mucho resultado. Y que se muestren abiertos a demostrar nuestros “adelantos” en el resbaladizo campus de tan descarnadas humanidades. Junto con el país, que se venga el Caribe entero y la parte de la Centroamérica que habitamos en un limbo de ausencias injustificadas allí, porque deberían habernos incluido desde siempre en los debates por obviedades vejatorias de trasfondos connacionales.
Si de airear orígenes del mal y plantar batalla se trata, propondríamos además a los colegas de LAVITS que vivan a pie en la Cuba que hoy transita hacia alguna parte, por una temporadita aunque no los autoricen. Mientras tanto, bien podrían consultar el discurso de Fidel Castro (Sept 28-1960, Palacio Presidencial) donde recreó el aparato de vigilancia perfecto ― “todos contra todos” ― para encausar a disentones y traidores en tiempos febriles, entonces, revolucionarios: los CDR.
Sería como El viaje a la semilla.
Pedro Manuel González Reinoso reside en la localidad de Caibarién, Villa Clara