LA HABANA, Cuba.- Me dice que se llama Caridad. Recorre las calles de la ciudad con su pregón insistente: “¡Escobas, haraganes, jarros…!”. Viene desde La Jata, un barrio marginal de la periferia de Guanabacoa, donde viven indocumentados que vienen de otras provincias para amortiguar un poco la miseria. La llamo para comprarle una escoba. Se queja del calor y me pide que le llene un pomo de agua. Como es pequeño (200 ml), se lo doy con agua fría. Me lo agradece y se lo bebe de un trago.
“Vengo caminando desde Guanabacoa”, se queja, “y en ninguna cafetería estatal he encontrado jugo o refresco de lata. En uno, estaban calientes y así no los pueden vender, me dijo el dependiente, que me sugirió ir a una cafetería particular cercana y en esa sí tenían de todo frío: cerveza, malta, jugo, refresco, pero no pude comprar nada, porque esto no da para tanto”. Me comenta que casi siempre toma refresco gaseado en la cafetería de la Virgen del Camino, pero en estos días los cuentapropistas no han vendido porque tienen a los inspectores encima y para eso no están autorizados.
Lo más socorrido para calmar la sed y dar energía a los caminantes bajo este intenso calor son los jugos de frutas naturales, pero pasan los días y las tarimas siguen vacías, según los tarimeros, por falta de transporte y de cajas. Resulta paradójico que mientras durante los últimos años la prensa oficialista anuncia con titulares espectaculares la recuperación de las frutas, la realidad es que la desidia, la falta de capacidad y responsabilidad de los dirigentes de Acopio dejan que las cosechas se pudran en los campos en vez de llegar a las tarimas de los mercados, o que lleguen en malas condiciones.
Así lo vemos en el reportaje de la periodista Haydée León Moya, “Y vuelve a zumbar el mango”, publicado el 23 de julio de 2017 en el periódico Juventud Rebelde. Sobre el mango que se pierde en el campo, manifiesta la reportera: “La industria falla, y no hay envases, eso explican las autoridades de la agricultura”.
El campesino Cecilio Silot Noa, de la CCS Ángel Bouza Calvo, de El Palmar, Guantánamo, contemplando toneladas de mango podrido en su finca, le comenta a la periodista: “Nos ha sucedido a todos en esta zafra, en la pasada y en la otra, y en la de más atrás”. Al preguntarle la periodista a Orlando Bambalé Luna, presidente de dicha cooperativa – la que más fruta produce en la provincia –, si tiene prohibido comercializar con el sector privado, este le responde: “No exactamente, pero no debo. Lo que está establecido es que todo se venda a través de Acopio y los contratos con la industria”.
Comenta Bambalé Luna además que en marzo de este año, en una reunión nacional, el ministro de Agricultura les informó que había problemas con la hojalata en Cuba (lo cual significaría que no habría envases para que las mini-industrias procesaran las frutas).
Por una u otra razón (bien por falta de cajas, de palés de estiba, o de transporte) los dirigentes de Acopio son los responsables de que las producciones no lleguen a los mercados agropecuarios, y de las cuantiosas pérdidas económicas que esto ocasiona a los campesinos, pues las pérdidas de miles y miles de toneladas de mango son un problema nacional.
El 28 de julio, el cooperativista Agustín Sanz Rodríguez, del municipio Madruga, Mayabeque, escribió al periódico Granma: “Coseché 200 quintales de mango, que se pudrieron en el campo, además, el presidente de la cooperativa me informó que no habría recogida porque la industria tenía problemas, y que ellos no se responsabilizaban por la pérdida de la cosecha, ni por hallar una solución alternativa”. Sanz siguió insistiendo, acudió a la dirigencia de la ANAP municipal y provincial. Ambas le informaron que llamaron al Ministerio, pero este respondió que no había solución.
Sin embargo, los pocos productores agrícolas privados sí tienen todas las condiciones creadas para llevar su cosecha al mercado. Claro está, a precios elevadísimos bajo la norma de oferta y demanda.
Tras la aprobación de la venta directa al turismo, la mejor variedad de frutas va a parar a este sector. Una vecina que durante 12 días estuvo hospedada en un hotel con su hija que vino a visitarla, me contaba que pudo comer frutas que hacía años no veía (fresas, naranjas, melón de Castilla). En el desayuno le ponían una cesta llena, y podía pedir el jugo que quisiera. ¿Acaso no merece la misma suerte todo el pueblo cubano?