LA HABANA, Cuba.- La 26 Feria Internacional del Libro de La Habana, terminó el 19 en su sede de la fortaleza de La Cabaña, pero el sábado 18 alcanzó su mayor altura con decenas de papalotes remontados hacia el cielo veraniego de este febrero. Algunos de ellos muestran al volar —¡oh, elevada imaginación!— las portadas de libros que han aparecido en el evento, y los autores son también los empinadores de tales cometas letradas.
Y no es que esos escritores y los demás papaloteros quisieran poner bien alto en el cielo el libro, la cultura o la simple diversión a favor del viento. No, el firme motivo que los convocaba a esta vistosa demostración aérea era la indignación del pueblo lector y escribidor contra “una injusticia de más de medio siglo”.
Porque, efectivamente, se trataba de un acto de repudio, silencioso y empinado, contra el “bloqueo imperialista”. Así mismo. Y para que no cupiera duda alguna, un enorme coronel —como le llamamos a las grandes cometas, pero vaya qué casualidad de altura de grado— exhibía la portada de un libro de Ramón Sánchez-Parodi, quien fuera durante muchos años jefe de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington.
No es una metáfora: la Feria habanera del Libro se desvanece en el viento. Cierto que nunca, como sabemos, tuvo mucha consistencia de verdadera romería libresca, ni convenció como espectáculo cultural abierto y diverso. En definitiva, jamás ha podido salir de la sombra que la pavorosa historia de esa enorme fortaleza arroja sobre un evento que se supone festividad moviéndose entre murallas de piedra centenaria y muros de férrea censura oficial, por pasarelas del peor gusto cultural —o cuartelario.
De entrada, este año la feria estuvo dedicada a Armando Hart, un intelectual tan poco leído que se están editando 16 tomos de una colección garrafal —Cuba, una cultura de liberación, selección de escritos del Dr. Armando Hart Dávalos 1952-2016— para multiplicar las posibilidades de que ocurra un encuentro cercano con algún lector. De hecho, cuando le dijeron que esta edición del evento le estaría dedicada, el ex ministro de Cultura no lo podía creer —con toda razón— y dijo que no era escritor, sino “un político y un hablador aunque, desde luego, también escribo desde cada coyuntura histórica que me ha tocado vivir para defender mi patria”.
Pero no hay que asombrarse de esa exuberancia cultural, pues fueron más de 26 los títulos presentados este año por la colección 90 Aniversario para recoger la obra de un intelectual más trascendente aún que el doctor Hart, el doctor Fidel Castro. Pero toda esa frondosidad tan variada dejaba espacio todavía para flores como una biografía del brasileño Frei Betto —con prólogo del fallecido Comandante— más dos o tres libros del propio teólogo.
O como una compilación de elogios de grandes letrados a Roberto Fernández Retamar por sus 85 años. O como Aló Presidente teórico, del comandante bolivariano Hugo Chávez, con prólogo del por ahora presidente Nicolás Maduro. Y así, mucho y mucho papel más. Por desgracia, cuando le preguntaban su opinión a los asistentes a la Feria, insistían casi siempre en que los libros no eran muy variados pero sí muy caros.
El escritor Paco Ignacio Taibo II, siempre de guerrilla por la causa, respondió en una entrevista que “este año vemos menos literatura chatarra”, pues “la feria se estaba llenando de maniquíes, reinecitas y princesitas, posters de futbolistas, y eso no hace nuevos lectores”. Para colmo, declaró que “la oferta literaria sigue siendo pobre”.
Experto en ferias internacionales de este tipo, opinó que “para mantener la gran masa de lectores que creó, Cuba necesita un alimento cultural fuerte. Las editoriales nacionales están publicando exceso de ensayos para especialistas, para las escuelas, la academia, pero poca literatura de ficción, de ciencia ficción, novelas, que son los libros que más atraen y generan lectores de calidad”. Aun así, como buen progresista, puntualizó que “comparado con el año pasado, este me parece mejor”.
Por lo menos sigue siendo una larga feria internacional interprovincial, como siempre, pues no acabará hasta el 16 de abril en Santiago de Cuba. “El comité organizador se empeña en ofrecer al público un evento lo más parecido posible a lo que la gente espera que este sea”, dice la prensa. Habría que ver quiénes son esa “gente que espera”. No debe ser la que uno ve por la calle, a juzgar por la monocromía de los autores y por tanta tonelada de monomanía impresa.
Parece que, si el monólogo es no preguntar nada, entonces, “la respuesta, mi amigo, está flotando en el viento”, como diría Dylan. Por eso, en los finales de esta pétrea kermés de cuartel, cerrando por todo lo alto, los organizadores mandan a los escritores a empinar papalotes y coroneles. Una elocuente pionera afirmó, sin aparente intención metafórica: “Gracias a Fidel estamos empinando papalotes hoy”.