LA HABANA, Cuba.- Dos semanas después del fin del curso, Marlén comprendió que las expectativas de su hija de nueve años para las vacaciones eran demasiado altas. La niña quería ir todos los días a la playa, aunque fuera a las costas de Miramar; o a las piscinas de los clubes del Vedado, que se repletan de niños y se vuelven insalubres. O a los parques de diversiones como el antiguo Coney Island, recientemente remodelado (exceptuando la montaña rusa, a la que ahora le cambiaron la nacionalidad y dicen que es china).
La muchachita habló asimismo del parque inflable de la Avenida del Puerto, el Zoológico, el Acuario Nacional, el Jardín Botánico. Todo ello iría acompañado de galleticas, africanas y todo tipo de golosinas que suelen vender en esos lugares. Fue entonces cuando supo que en las escuelas donde se enseña el baile español había cursos de verano que duraban dos semanas enteras. Esos podrían ser días productivos, que servirían para que la niña aprendiera algo e hiciera un poco de ejercicio; también para no gastar tanto dinero, pensó Marlén.
En primer lugar se presentó en la sede del ballet Lizt Alfonso que es el de mayor prestigio de esa especialidad en Cuba, pero los cursos eran para niñas con cierta experiencia, que su hija no tenía. Por eso optó por inscribirla en una escuela instalada bastante cerca de su casa. Pagó los 200 pesos cubanos que costaba el curso y se apareció con la niña el primer día.
Cuando llegaron, observaron que todas las matriculadas estaban de completo uniforme: leotard negro, saya larga del mismo color, zapatos de tacón con chapillas, el pelo recogido en una cebolla con una malla que la cubre y una flor de tela a un lado. Marlén preguntó dónde se conseguía todo eso. Le dieron indicaciones precisas. Al día siguiente, antes de clases, madre e hija caminaron toda la ciudad en busca de lo necesario.
Los zapatos de casi todos los ballets españoles que hay en La Habana, de todas las comparsas y de las compañías de baile, se hacen en la fábrica particular de un señor que cuenta con cuatro operarios. Esto es en El Vedado. Por casualidad, el mini empresario tenía ya hecho un par a la medida de la niña. Costaron 360 pesos.
Después fueron a una casa en La Habana Vieja, donde se fabrican casi todos los leotards que se usan en las escuelas de ballet. En media hora, la modista le confeccionó a la hija de Marlén uno a la medida. Para ello usó tres máquinas de coser antiguas. La que más le llamó la atención fue una que cuenta con tres carreteles de hilo. Tiene casi 80 años de antigüedad, pues el equipo tiene por fuera, bien visible, el año de fabricación: 1938… El leotard le quedó muy bien. Costó 200 pesos.
La saya salió más barata. En la misma escuela le vendieron una, de uso, en 175 pesos; es verdad que le quedó un poco corta, pero eso no era tan grave mientras la niña se limitara a ensayar. Por la malla para el moño y la flor, Marlén tuvo que pagar 55 pesos. Las zapatillas para hacer los ejercicios costaban 60, pero de momento se ahorró esa suma usando un par de viejas medias gruesas.
Marlén estaba orgullosa de su bella hija, y más cuando le dijeron que, al finalizar los primeros quince días, habría un espectáculo con una coreografía, en la cual participaría la niña. Para cuando llegara ese día, había que tomarle las medidas, pues la costurera de la compañía haría una especie de mini chaqueta morada —llamada “bolerito”— para la que había que traer 100 pesos. Supo que la flor del pelo debía ser morada, por lo que tuvo que comprar otra, que le costó 30.
El día antes del estreno, se enteró de que los aretes debían ser de perlas —de fantasía, ¡claro!— y también conoció que el espectáculo iba a ser grabado por un profesional. El camarógrafo vendería después los DVD a 75 pesos, y cada foto en 25. Esta información resultó no ser exacta: por el DVD del espectáculo, el camarógrafo pidió 250 pesos. No pudo comprarlo.
Ahora Marlén no sabe qué hacer en agosto. Se ha gastado los más de dos salarios que había reunido para las vacaciones. Se consuela recordando una esperanzadora frase que le enseñó su abuela: “Dios proveerá”.