BAYAMO.- Localizado en la avenida de igual nombre, al sureste de la Ciudad de Bayamo, el Parque Granma, antigua sede de alegría y anhelos infantiles, hoy sucumbe ante el descuido y la apatía. Los años han deteriorado y exterminado muchas de sus instalaciones y servicios. Poco a poco, el bosque circundante se va tragando lo que queda de él.
Fue construido en 1975, en un área inicial de 110 hectáreas, extendidas a 300, para su pleno desarrollo. Concebido como uno de los espacios que más favorecería el disfrute de los pobladores de la ciudad, previendo atraer a una población de entre 30 000 y 50 000 habitantes, especialmente de niñas y niños.
Aprovechando las potencialidades naturales del enclave, se crearon bosques y parques para el descanso pasivo, áreas de juego, equitación y rodeo, pista de ciclismo y motocross, entre otras. Inicialmente fueron construidos complejos multifuncionales, quioscos y cafeterías, una piscina olímpica, un anfiteatro y un circo.
A comienzos de la década del 80 del pasado siglo, se proyectó anexarle un complejo recreativo infantil y un zoológico suburbano, entre otras áreas de entretenimiento. También se previó construir un campamento de pioneros y un museo aborigen, aunque estos últimos, como muchos otros proyectos, nunca vieron la luz.
Desde su creación hasta la actualidad, el parque ha transitado por numerosas limitaciones que imposibilitaron el correcto funcionamiento de algunas de sus áreas, pero el verdadero derrumbe de su esplendor recreativo cayó simultáneamente con el muro de Berlín. La crisis desatada fue suprimiendo paulatinamente la mayoría de sus servicios.
Pese a que el Parque Granma se encuentra distante del área poblacional, no cuenta con transporte público que facilite la afluencia de visitantes y su ubicación geográfica se encuentra alejada de las rutas habituales de transporte urbano. Para los recorridos internos, cuentan con un solo un ómnibus, pero roto desde hace varios años y aún en reparación.
Un recorrido actual por sus áreas, donde viales semidestruidos y senderos por tramos extintos conducen a instalaciones fantasmagóricas, permite observar ruinosos kioscos destechados y locales abandonados por el desuso, amenizados por restos de equipos, escombros y basurales. El descuido de la zona boscosa adyacente refuerza el aspecto lúgubre del lugar, que parece escenario de cuentos infantiles de miedo.
De la base náutica, que suspendió sus servicios hace más de dos décadas, hoy solo queda el amarradero de inexistentes botes, frente al seco lecho del embalse Ocuje. La pista de aeromodelismo, aún inconclusa, se pierde entre la yerba y la maleza. La piscina solo ofrece servicios a la población en contadas ocasiones del verano. Del circo no quedan ni los cimientos y del alquiler de bicicletas y patines solo quedan los recuerdos para personas mayores de treinta años.
El parque posee varios quioscos y cafeterías diseminados en sus instalaciones, destinadas al expendio de alimentos. Habitualmente permanecen cerrados por la insuficiente oferta gastronómica.
Solo algunas instalaciones, como el área de ferias y exposiciones, han escapado al abandono. Aun así la celebración anual de las ferias agropecuarias no garantiza las condiciones, ofertas y servicios para el disfrute pleno de las actividades asociadas a la celebración, sin valorar que solo en esos diez días de feria y exhibición de animales, se supera el 50 % de los visitantes anuales del parque.
La población adulta no identifica las ofertas culturales que se realizan, si no están asociadas a servicios de la gastronomía, sobre todo con bebidas alcohólicas. Algunos encuentran diversión en el Cabaret Bambú y el Restaurant Luanda, ubicados en sus predios, mientras que las opciones infantiles de esparcimiento se reducen al parque de diversiones y el minizoológico.
El parque infantil luce más de una veintena de aparatos y juegos para el entretenimiento de los más pequeños; pero actualmente solo funcionan ocho, el resto de los equipos se encuentran rotos y carentes de motores, pintura, lubricantes o piezas de repuesto.
“Mira como faltan cosas”, dijo un empleado que negó ser identificado, esgrimiendo un listado de tres páginas. “Esto lleva rato y es para rato. No entiendo como el Parque puede ser rentable, si lo que no está roto ya no aguanta más reparaciones. El resto de los servicios también va en decadencia, y como las cosas no sirven, nadie quiere venir”.
“Apena observar como trencitos, carritos, aviones, lanchas, botes, bicicletas aéreas y columpios se reducen a un amasijo de hierros y equipos defectuosos”, agrega.
Los parques, perdidos entre la maleza, exhiben bancos carentes de espaldares o fondos.
El zoológico, instalación asociada a Servicios Comunales, exhibe una pobre colección de animales, inferior a 80 ejemplares, reducidos a escasas especies. Las jaulas e instalaciones que les dan cobija a algunos ejemplares muestran frecuente falta de higiene, olor nauseabundo y carecen de acondicionamiento. Las condiciones de vida de los cautivos pasan de deplorables a denigrantes.
Actualmente, el Parque Granma va en camino a la extinción, a la vista de miles de bayameses que hoy cambian sus divertidos recuerdos del antaño paraíso por la tristeza ante su decadencia en el olvido.