HOLGUÍN, Cuba.- Recién graduado en la Universidad de Oriente en la licenciatura de Historia del Arte, Danilo López Garcés conoció muy temprano las consecuencias negativas de ejercer una crítica cultural.
Desde principios de los noventa, su vida profesional ha estado marcada por la censura oficial como respuesta a una actitud transgresora, inconforme y rebelde. Esto lo ha llevado de “peregrino” por diferentes centros de trabajo.
La intención era señalar “lo positivo, lo negativo y brindar una propuesta” a las actuaciones de la compañía del Teatro Lírico “Rodrigo Prats” de Holguín. Pero su opinión, publicada en 1993 en una emisora local, “no gustó en la compañía”, y el Consejo de las Artes Escénicas donde trabajaba decidió “moverlo” hacia otro lugar como una “respuesta lánguida” por la crítica.
“No era admisible que un recién graduado hiciera una crítica sobre una compañía-emblema”, dice López.
Así llegó al Centro de Artes Plásticas, institución donde, en casi 20 años de trabajo, conoció a grandes personalidades de la cultura cubana y realizó curaduría y crítica de arte.Aunque al inicio ganaba 198 pesos y no tenía plaza fija, en el Centro de Arte “la experiencia fue más larga, mucho estudio, mucho aprender sobre la marcha”.
Allí se hizo curador, un oficio que ejerce hace 25 años, y el que considera como una tarea que nunca termina. “Es una profesión como la del médico”, señala.
En 1998 protagonizó otro “escándalo”. Organizó en el Centro de Arte una exposición en homenaje a John Lennon, la primera que se hacía en Holguín, pero no fue comprendida por las autoridades. “Me dijeron que el grupo de obras en conjunto no era conveniente para la opinión holguinera”.
Ante la negativa oficial, trasladó la muestra a una casa residencial con una gran acogida de público, decisión que su centro de trabajo consideró “una rebeldía contra la propia institución” y que supuso una sanción con la que no estuvo de acuerdo y pidió la baja.
“Con ese estigma de rebelde, estuve más de dos años sin trabajar, viviendo del sostén de mi hermana que es maestra primaria. No perdí la dignidad, no hice declaraciones, no vendí nada prohibido, sencillamente viví como un monje, austeramente”, recuerda López.
En el 2000 comenzó a trabajar en la galería Holguín por un año, hasta que en el 2008 protagonizó nuevamente la polémica con el Salón de Arte Religioso, un proyecto de corte macro-ecuménico “que no siempre fue comprendido por las autoridades”.
Su promoción fue censurada en los medios porque, según le dijeron, “la sociedad holguinera no estaba preparada para la diversidad religiosa que yo le proponía”.
Esto le hizo pensar que “existe el miedo a que la gente crea en algo que no sea en lo político, en este caso la fe religiosa.”
Sin embargo, presentó la exposición en la basílica menor del convento de San Francisco de Asís, en La Habana, bajo el auspicio de Eusebio Leal.
López Garcés, quien también es maestrante en historia y cultura de Cuba, no pertenece ni a la Asociación Hermanos Saiz (AHS) ni a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) porque las considera “netamente políticas”.
“Dan sombra a artistas de verdadero talento y acogen a una gran mayoría de mediocres, de personas que son muy confiables ideológica y políticamente pero yo desconfío de su calidad artística en gran medida, porque veo el resultado en los salones que organizan”, afirma.
De hecho, en uno de los últimos salones concurso de la UNEAC, el ganador fue un alumno de la academia de artes plásticas de Holguín, “eso te da un termómetro de dónde está la práctica artistística de la visualidad en Holguín”, reflexiona.
Este hijo de campesinos, nacido en la sabana del Almirante, tuvo la oportunidad de trabajar en Europa, pero prefirió seguir viviendo en Holguín.
Hace más de cinco años labora en el Centro de Estudio de Desarrollo Sociocultural (CEDES) “donde gano apenas 15 dólares al mes”. Como curador ha sido responsable de 30 exposiciones, una de ella en Roma, Italia. Pronto defenderá su tesis de maestría titulada “Arte religioso en Holguín”