LA HABANA, Cuba. -Contigo pan y cebolla, la popular obra del teatrista Héctor Quintero, ha sido trasladada al celuloide por el director Juan Carlos Cremata, que dirigió anteriormente, Nada, Chamaco, Viva Cuba y El Premio flaco.
Se confiesa devoto del teatro y el cine. Con este proyecto, que duró tres años, ha querido homenajear al que es considerado unos de los pilares de las tablas cubanas. El dramaturgo, fallecido en 2011, fue el autor de obras tan importantes como El Decamerón, Algo muy serio, El premio flaco, Sábado corto, entre otras. También hizo con Paisaje Blanco, adaptaciones de cuentos rusos como “El Abrigo, de Gogol, y “La obra de arte” de Chéjov.
La puesta de Contigo, pan y cebolla se realizó por Teatro Estudio, siendo el primer estreno del joven autor en 1964. Aclamada por el público y la crítica, contaba en su elenco original a Bertha Martínez y José Antonio Rodríguez.
El filme, permeado de un tono de comedia y melodrama, recrea los arquetipos que acostumbramos a ver a diario y en cualquier época: la madre luchadora, el padre decente y trabajador, los hijos ingenuos, y la abuela, carga/víctima. Se desarrolla en los años cincuenta, donde una humilde familia sobrevive a duras penas con el salario del padre, mientras la madre sueña un futuro para los hijos. La compra de un refrigerador desata todo el conflicto.
Con una buena edición y acertadas tomas que agilizan el ritmo, la película trata de romper con el lenguaje teatral, sin embargo, al llevar a los personajes a la calle, solo consigue restarle credibilidad por lo artificioso que resultan los exteriores. El paisaje, fuera de la ventana, estático, nos recuerda que estamos ante una obra de teatro.
Alina Rodríguez y Enrique Molina, como los padres Lala y Anselmo, forman un binomio con carisma interpretativo, destacándose su expresividad en los primeros planos. En el rol de hijos, Natalia Tápanes y Carlos Solar, mal escogidos por su edad (superior a sus personajes), carecen de frescura y no lograr desatar sus emociones. Osvaldo Doimeadiós le imprime al cobrador un tono caricaturesco. Alicia Bustamante, actriz emblemática del grupo Teatro Estudio, que trabajó bajo las mismas órdenes de Quintero, interpreta a la vieja Fefa con comicidad. Mientras que, Edith Massola, en el papel de la vecina, luce sobreactuada. El cantante Leoni Torres, hace su debut en el cine con elegancia.
La vigencia de la obra y los puntos de referencia con nuestra Cuba actual, se denotan en frases como: “la gente que viene de afuera es la que puede hacerse rica”. Se habla de la inutilidad de los estudios, y de que solo el trabajo resuelve el dinero seguro, que muy bien podría aplicarse a la apertura de los negocios por cuenta propia y a las inversiones extranjeras. Por último, el símbolo de la abundancia (el refrigerador), pagado a plazos, imposible de costear por la familia, resalta “el nuevo refrigerador cubano”, importado desde China, que en su momento resolvió a la familia, siendo luego incosteable y un robo hacia el pueblo.
La “mala comida” (huevos fritos y arroz blanco), que esconden a la intrusa vecina (Fermina/Edith Massola), que solo viene a llamar por teléfono, casi resulta una ironía: poder comer huevos en estos momentos, es como tener una mina de oro.