LA HABANA, Cuba – El 28 de septiembre de 1960, mientras Fidel Castro le hablaba a una multitud frente al palacio presidencial, se escucharon varias detonaciones; muy oportunas por cierto, pues le sirvieron para culpar a quienes se oponían al curso que tomaba la política en el país.
Para enardecer a la muchedumbre, el entonces joven revolucionario exclamó: “Están jugando con el pueblo, y no saben todavía quién es el pueblo. Están jugando con el pueblo y no saben la tremenda fuerza revolucionaria que hay en el pueblo”. Y como si se le hubiera ocurrido en ese momento, anunció: “Vamos a crear un sistema de vigilancia colectiva en todo el país, cuadra por cuadra”. Alegaba que el objetivo fundamental era defender la revolución, pero en realidad el macabro plan consistía en vigilar a cada persona y cada hogar, en franca violación del artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Con la instauración de lo que se dio en llamar los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en aquellos momentos de confusión que vivía nuestro país, se establecieron barreras irreconciliables entre los cubanos, pues la organización dio cabida a la envidia, al oportunismo, al odio, a la chivatería, a la doble moral, y fue ahí cuando comenzó a germinar como hierba mala la pérdida de valores espirituales y morales.
A menudo suscita bastante alharaca la gran cantidad de miembros que tienen los CDR. Los medios oficialistas refieren con orgullo que es la mayor organización de masas del país. No podría ser de otra manera: cada joven cubano, al cumplir los 14 años, recibe invariablemente la visita del CDR para tramitar su inscripción “voluntaria”.
Para nadie es un secreto que la gran mayoría de nuestros ciudadanos, principalmente los jóvenes, tiene como meta fundamental irse del país. Sin embargo, siempre que le pregunto a alguna de estas personas si pertenece al CDR, me responden afirmativamente. Alegan que lo único que hacen es pagar la cuota, así “les quitan el pie de encima” y salen bien parados en caso de una verificación para conseguir trabajo. Muy pocos se atreven a dejar las filas de la organización, pues temen “señalarse”. No se percatan del peligro que encierra esa pequeña cuota de 3 pesos anuales: con ella están financiando la violación de sus derechos y a la propia organización que los vigila y los reprime.
Que los reprime, sí, porque los CDR “parieron”. No sé la fecha exacta de la procreación, pero el engendro maléfico nació por la década de los 90. El nombre del monstruo es Brigadas de Respuesta Rápida, bandas paramilitares disfrazadas de pueblo ofendido cuya finalidad es reprimir a cualquier cubano que se oponga al gobierno. Además, los CDR son una organización gubernamental cuyos dirigentes responden a los intereses del partido comunista cubano, al cual pertenecen.
Desde su creación el lema de los CDR ha sido “Con la guardia en alto”. En 1997, ante la grave crisis de valores que ya se vislumbraba en el país, Fidel Castro expresó: “No se puede permitir que la gente baje la guardia. Hay que luchar contra las indisciplinas sociales”.
Cierta vez, cuando le pregunté a una vecina (que me pidió no divulgar su nombre, pues es la responsable de vigilancia de su CDR y costurera sin licencia) por el resultado de las tan televisadas reuniones del año pasado para acabar con las indisciplinas sociales, me miró sonriendo y dijo: “¿Eso? Bla, bla, bla. Sirvieron como propaganda para la televisión, porque aquí nadie se quiere buscar problemas”. Y añadió: “Los cederistas (miembros del CDR) cobramos la cuota anual, y hacemos otras tareas como donaciones de sangre y cosas así. Por lo demás, estamos tranquilos, cada uno en su negocito. Solamente chivateamos a los contrarrevolucionarios”.
Esta señora se refería a que en coordinación con el Ministerio de Salud Pública los CDR se dedican a captar (atrapar, sugestionar, persuadir) a la mayor cantidad posible de personas aptas para que donen sangre “voluntariamente”. Ayer me acordé de ella, pues resulta que cuando me interesé por la salud de un muchacho de la cuadra a quien no vi durante unos días, este me respondió: “No te preocupes, estoy bien. Lo que pasa es que la enfermera me tenía loco para que donara sangre, y yo no estoy para eso, así que me perdí. Ahora viene la chiveta de la fiesta del comité, y dentro de poco, las asambleas de rendición de cuentas. El asunto es mantenernos en tensión con algún tema”.