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LA HABANA, Cuba.- Vistiendo una camiseta con un reclamo de “Respeto al arte urbano”, una frase que incluso lleva tatuada en el pecho, Yulier P., para muchos el más importante representante del grafiti en Cuba, ha salido a desandar la isla en busca de una respuesta a varias interrogantes, la mayoría relacionadas con el lugar que ocupan las expresiones artísticas callejeras, no académicas, contestatarias en el actual panorama sociocultural cubano donde trasgredir las fronteras de lo oficial, de lo permitido políticamente, puede ser una aventura de alto riesgo.
¿Por qué se le teme al arte urbano? ¿Por qué se lo ataca incluso desde los espacios de la cultura oficial si es, tal vez, la expresión popular más auténtica al no establecer pactos ni con el mercado del arte ni con la ideología de turno? ¿Por qué invadir con arte los muros de edificios destruidos y solares yermos? ¿Por qué ese gesto puede llegar a molestar a esos mismos que los llenan de consignas en las que muy pocos reparan ya sea por hartazgo ideológico, ya por falta de fe en el futuro?
Quizás los críticos, los artistas o la gente de la calle entrevistados en este video no logran ofrecer esa respuesta única que Yulier P necesita para darle algún sentido a ese ejercicio desenfrenado, muy parecido a la locura, de pintar y pintar sobre muros grises en una ciudad plena de grisuras, como el propio artista definiera a La Habana en una entrevista para nuestro sitio hace ya algún tiempo.
“La oveja blanca” busca llamar la atención sobre un fenómeno cultural del que algunos evitan hablar porque, al no ser portavoz de un partido o movimiento político sino expresión genuina del individuo en resonancia con la sociedad, puede incentivar paranoias en el rebaño, despertar miedos, avivar fobias e intolerancias y, sobre todo, causar mucho enojo en la jauría.