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Marzo 15, 2007
Carta de Nefasto al lago de los chismes
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) -
Mi siempre nauseabundo y bacteriano lago:
De cientos de leyendas sobre ti sólo se salva la perseverancia.
Mientras muchos -los que aman- recuerdan con nostalgia el primer hongo
entre los dedos de los pies y los espaciados focos infecciosos que unían
en el cuerpo de guardia de un hospital a los vecinos de la cuadra; otros
-los que odian-, salvan de la memoria el lodo que les manchó la
ropa dominguera y el zapato nacional o chupameao.
Y ese acto de perdurabilidad a través de varias generaciones de
cubanos te convirtió en el lago de los chismes, en un charquito
ruin y pestilente dejado de la mano de Dios, el Poder Popular, Acueducto
y Alcantarillado, y Aguas de La Habana en medio de la calle.
Pero la vida es justa y el hombre y los pantanos se prueban en el combate
diario por ocupar la vía, y en esa lid siempre has ganado.
Si bien no has sido ovacionado como El Lago de los Cisnes, recorrido en
lanchas, barcos y canoas igual que el Tanganica, o admirado en tu majestuosidad
como el Ypacarai, al menos eres tan querido y más mentado que Charco
Mono.
¿Qué sería de las campañas antiroedores y
asalta mosquitos sin tu negra presencia? ¿Cómo lanzar un
contingente de saneamiento en cada calle, patio interior o azotea de Ciudad
de La Habana y cualquier otra región del país, si no hubieras
aguantado como un charco insigne los carros de la caravana de la victoria,
los anfibios cuando el ciclón Flora, los camiones de la zafra de
los 10 millones y las carretas tiradas por bueyes de cuanta movilización
aconteció y aún acontece en el país después
de 48 años?
Hay que ser muy ingrato para no recordar que alrededor de tus aguas oscuras
y pestilentes se han cocido las más suculentas caldosas en honor
a las victorias patrias. Que sobre ti han saltado varias generaciones
de cubanos en planes de la calle, simulacros de la defensa del país,
trabajos voluntarios y muchos personajes que han ido a declarar como "libre
de vectores" y ganadores de la sede por el "Día del medioambiente".
Además, ¿qué sería de los trabajadores de
comunales sin tu eterna presencia, sin el permanente efluvio pestilente
de tus aguas, y el tenaz guasasero y la concentración de residuos
humanos que te han ganado el prestigioso mote de lago "Pipicaca",
con igual resonancia y capacidad acústica que el homónimo
Titicaca?
Aunque no se puede negar que por tu entrega y función social eres
más útil que el inexistente carro de recogida de basura,
y que gracias a tu presencia fingen que trabajan y simulan que cobran
los trabajadores y técnicos de Higiene y Epidemiología,
los de Acueducto y Alcantarillado, Aguas de La Habana y Aguas Negras de
esta capital, muchos se niegan a considerarte uno más entre las
familias de la cuadra.
Y eso que llevas ahí, en la misma esquina, el mismo barrio, la
misma ciudad, similar país e igual gobierno, casi cincuenta años.
Pero no te preocupes, que algún día los cientos de fumigadores
comunaleros, oficinistas, políticos, epidemiólogos, transportistas,
libreros, merolicos, trabajadores sociales y cagantinas que viven de tu
existencia, aunque se tapan la nariz al pasar por tu lado, comprenderán
la lección de permanencia que les das.
No importa que sea después de una foto paseando en bicicleta allá
en la gélida frialdad del lago Erie; vendiendo maní garapiñado
en el Hurón, o desde un puesto de frita en el Ontario, pues nunca
olvidarán la límpida pestilencia del lago de los chismes
natal, aunque Fermín Gabor no los perdone.
Eso lo aseguro yo; Nefasto "El lagunero".
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