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Febrero 16, 2007
Nefasto, los libros y las libras: una pasión por lo posible (I parte)
Víctor Manuel Domínguez
LA HABANA, Cuba - Febrero (www.cubanet.org) - Las ansias de cultura universal
y comida de cualquier tipo mostrada por miles de cubanos que asisten a
la Feria del Libro de La Habana, demuestran quizás una de las más
manejadas definiciones dadas por Don Fernando Ortiz sobre la cubanidad:
lo cubano es un ajiaco.
Y para corroborar lo dicho basta con acercarse a las áreas feriales,
caminar por sus intrincados laberintos, y ver cómo se mezclan -casi
en iguales proporciones-, la poesía y el arroz frito, el cuento
y el pollo asado, los libros de ciencias sociales y la croqueta sin pan
dignificados por el refresco a granel.
Además, sería injusto pasar por alto el acople y entrelazamiento
cultural de la trova con el reggetón, la música de cámara
con la conga, y un solo de violines con la pandilla del tambor.
Es arte, sapiencia y cultura del carnaval lo que inunda las salas José
Antonio Portuondo y las áreas verdes sembradas con mesas de dominó,
los diversos recintos de presentaciones y la zona de campismo abierta
para la meditación profunda de un juego de billar, el lirismo poético
y la quietud de fútbol.
Resulta emocionante ver cómo cientos de lectores, ávidos
de conocimiento y sazón, se hunden pollo grasoso en mano en las
páginas alucinantes de un Gutiérrez a secas, se agolpan
frente a la Tribu de Papel para estar más cerca de los fogones,
y rugen emocionados para obtener una cerveza Mayabe.
No hay dudas de que es una fiesta de la cubanidad, una pasión que
no sólo puede cocinar el ajiaco, "sino algo más esencial:
un lugar de una simple mezcla de elementos, crear en una combinación
nueva, una calidad nueva; es decir, un pueblo nuevo, una cultura nueva",
como aseguró el doctor Eduardo Torres-Cuevas, Premio Nacional de
Ciencias Sociales 2000, una de las personalidades a quien está
dedicada la feria.
Y para conocer que le asiste la razón de que estamos en presencia
de una cultura nueva, sólo basta con ponerles un ejemplo de cómo
un ejercicio intelectual tan selectivo como la lectura poética,
se mezcla con el canto popular y crea una atmósfera insuperable
en su lozana modalidad de arte-multitud.
Resulta que durante el recital del poeta César López, Premio
Nacional de Literatura 1999, en el área conocida como Tribu de
Papel, se innovó en el acople de lo culto con lo popular, y se
logró una mezcla de tanta calidad poético-musical, que los
organizadores piensan proponer a la ferias del libro de Guadalajara y
Frankfurt.
El lirismo estremecedor de los versos del poeta, mezclados con los acordes
de una bella canción amplificada desde las ondas de Habana-Radio
-también presente en el mejunje cultural- fue un exitazo.
Mientras César leía emocionado los versos del poema Déjame
en paz, los expertos en fondo musical de Habana-Radio dejaban escuchar
detrás de cada estrofa un estribillo que, mezclado con la poesía,
legó para la cultura nacional esta fusión insuperable:
César López:
"Déjame en paz, amor tirano. Déjame en paz, amor,
repite, con las mañas retóricas del tiempo".
Habana-Radio:
"Mami, dame el culito. Mami, dame el culito".
César López:
"Enséñame un trocito de tu cuerpo
Y verás que el fuego no ha cesado".
Habana-Radio:
"Mami, dame el culito. Mami, dame el culito".
César López:
"¿Sería verdad? Tortura reiterada. ¿Pasión
y vida entonces?
Habana-Radio:
"Mami, dame el culito. Mami, dame el culito".
César López:
"¡Déjame en paz!, aunque no lo quisiera, amor".
Habana-Radio:
"Mami, dame el culito…
¿Habrá algún pedrusco por ahí, un insensible
trucutú o un desmadrado rufián que no se conmueva ante la
fuerza lírica de esa combinación poético-musical?
¿Podrá existir alguien que entre sollozos no aplauda a los
organizadores por tan letal mezcla de ternura y pasión?
Eso lo sabremos cuando regrese, pues, víctima de la emoción,
iré hasta la puerta de la Tribu de Papel a comprar una cajita de
ron planchao.
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